Pero la fuerza de la costumbre (incluso más que el gusto) nos hace sentir que hay alimentos sin los que no podemos vivir. Mi esposo sentía eso con el jamón. Pero se comprometió con el reto y conforme fueron pasando los días nos sorprendimos de que no lo extrañaba para nada y que el hecho provocó que se abriera a probar nuevas opciones de desayunos y cenas (donde más lo consumía) que nos han gustado tanto que han llegado para quedarse.
Mi mejor amiga está viviendo algo similar. Toda su vida acostumbró cenar y desayunar cereal de caja así que cuando le planteé dejarlos fue casi un duelo lo que tuvo que pasar, jaja, pero ahora lleva tres meses sin probarlos y además de una mejora en su salud, se ha dado cuenta que no los necesita, que hay muchas otras cosas deliciosas y más saludables con las cuales alimentarse.
Por estar enfocados en una sola cosa, perdemos de vista una gran cantidad de opciones. Por no querer “privarnos” de una alternativa, nos perdemos de una gama. Olvidamos que siempre que decimos que NO a algo le estamos diciendo SI a otras cosas más.
Esto mismo lo acabamos de vivir ayer cuando durante alrededor de seis horas nos quedamos sin luz eléctrica por un apagón masivo que afectó Baja California, partes de Sonora, California, Arizona y parte de Oregon en Estados Unidos.
Al principio entra una crisis por no tener computadora, internet y todas las demás comodidades de la electricidad. Pero conforme fueron pasando las horas y oscureció, realmente lo disfrutamos. Decidimos abrir una botella de vino y disfrutarla a la luz de las velas. Salimos a admirar las estrellas. Escuchamos el silencio. Descansamos y meditamos como pocas noches. Reflexionamos sobre todas las necesidades que nosotros mismos creamos y nos imponemos.
LOS RETO a que elijan ese alimento que consideren imprescindible en su vida y lo dejen una semana. ¿Tortillas? ¿Pan? ¿Carne? ¿Starbuck’s? Los invito a vivir la libertad del desapego. ¿Quién se apunta al reto?
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