Hace un año asumí la Presidencia de Ezker Batua-Berdeak. Han transcurrido desde entonces doce meses y ahora, en el momento del balance, sólo puedo decir que ha sido para mi un honor ocupar esta responsabilidad. Agradezco de corazón la confianza que Ezker Batua-Berdeak depositó en mi persona, tras las elecciones autonómicas celebradas en marzo de 2009, y espero no haber defraudado a nadie o, al menos, ése ha sido mi deseo y también, cómo no, mi voluntad.
Ahora, tras haberlo meditado mucho, creo que ha llegado el momento de poner este cargo a disposición de Ezker Batua-Berdeak. Razones de índole personal me obligan a prestar más tiempo y más atención a mi vida privada y a mi familia, y es preciso reconocer, además, que no siempre es fácil compaginar el trabajo profesional con la dedicación y la implicación que exige la actividad política, aunque sea en un cargo alejado de la primera línea de batalla.
Ésta es, sin duda alguna, la razón prioritaria que justifica mi decisión, pero no negaré que otras motivaciones también han tenido su influencia, aunque sea en menor medida. Ezker Batua-Berdeak se encuentra inmersa en un proceso de debate sobre su futuro y he optado, porque entiendo que es lo mejor para la organización y para mi mismo, por defender mis propuestas, llegado el caso, como un militante más. Creo que es una posición justa y razonable.
Han sido quince años al frente de una organización política que llevo en el corazón, desde que me afilié en 1986 al Partido Comunista de Euskadi y a Izquierda Unida. He vivido épocas dulces y otras amargas, pero de todas guardo un buen recuerdo porque me han enseñado a madurar y a crecer en los principios y valores de una izquierda comprometida con el socialismo y la justicia social. Hoy, más que nunca, Ezker Batua-Berdeak, en Euskadi, e Izquierda Unida, en el Estado, son más que necesarias, fuerzas imprescindibles.
Ambas, cada una en su ámbito, representan la esperanza en un nuevo modelo de desarrollo y convivencia, basado en la superación del capitalismo, la participación ciudadana, el respeto al medio ambiente y la equidad. Mientras escribo estas líneas, me viene a la memoria el título de una obra del sociólogo Alain Touraine, ¿Podremos vivir juntos? Su contenido hace referencia a la globalización, la identidad y la comunicación entre iguales y diferentes, pero invita también a la reflexión en el seno de la izquierda.
¿Cuándo aprenderemos a entendernos, respetarnos y aceptarnos, aunque, en ocasiones, pensemos distinto? Ojala sea pronto. Las personas progresistas buscan un referente de izquierda, que genere credibilidad e ilusión, y no siempre lo encuentran. Nos hemos desgastado tanto en la atomización, que hemos olvidado que la unidad hace la fuerza y la sociedad quiere ver en las formaciones políticas una solución a sus problemas y no un problema más. La división debilita a la izquierda en su conjunto, más allá de siglas; la suma, en cambio, la fortalece.