Tuve la enorme suerte hace unos meses –espoleado por Antonio Torrubia- de encontrar y leer un ejemplar de Rojo alma, negro sombra, una excelente novela que Ismael Martínez Biurrun publicó en 2008 con la editorial 451 ed. y que por desgracia permanece descatalogada y perdida.
No hice reseña de Rojo alma y no sé muy bien porqué, a veces sucede que no sé cómo enfrentarme a una novela después de leerla, me faltan medios, conocimiento, herramientas para contar como me gustaría lo que aquella novela me ha parecido. Rojo alma, negro sombra me encantó, me gustó muchísimo, el argumento me caló de lleno; la mezcla entre tristeza, desazón, resignación y la esperanza que se abre paso poco a poco, el toque tan sutil y abrumador de terror, el estilo maravilloso de cómo está narrada la historia, con una prosa rica y lírica, la trama, el ritmo, todo. Me pareció una novela redonda de principio a fin, espectacular.
Biurrun me había enseñado sus cartas y su manera de jugar, y yo me había dejado seducir del todo, a partir de ese momento iban a caer todos sus libros.
Cuando empecé Un minuto antes de la oscuridad intente hacer oídos sordos a cuantos avisos me llegaban -a veces por parte de amigos y otras por otros medios- sobre lo que les había parecido la novela, noté que las opiniones eran muy dispares y alejadas unas de otras y eso nunca es bueno; o la novela era extremadamente buena o hacía aguas por todas partes.
Biurrun nos sitúa en un Madrid muy diferente al actual, algunos lo llaman apocalíptico o pre-apocalíptico, lo que os guste más, la verdad es que el mundo se viene abajo, o al menos España qué es lo que el autor nos deja entrever. Madrid ha colapsado y se asfixia bajo la amenaza de unos grupos violentos que campan más allá de la M-30, las revueltas ciudadanas, la falta de seguridad, la escasa policía y la falta de una autoridad política han sumido a la ciudad en un pequeño caos. Todo lo que esté más allá de la M-30 es inseguro, la policía no patrulla, los suministros básicos apenas llegan –y los que llegan son boicoteados por los grupos violentos- , no hay cobertura de teléfono, no hay gasolina, no hay comida. Las urbanizaciones otrora de lujo ahora son ratoneras donde los violentos secuestran a los niños y matan a los adultos, cada vez más los vecinos abandonan y queman sus casas para huir a los refugios que se están organizando, Madrid los abandona a su suerte. Y están levantando un muro que rodea la ciudad.
En ese escenario Biurrun centra la trama en Ciro, un profesor de Historia moderna que da clases en la universidad -aunque la universidad es algo así como un reducto de cultura un tanto prostituido donde los alumnos apenas van a clase y pasan las horas en los jardines de los alrededores o conectados a la intranet de la biblioteca-. Ciro vive en una de las urbanizaciones ricas de antaño, más allá de la M-30, que ahora no es más que una trinchera donde resisten unas cuantas familias temiendo los ataques de los salvajes. Está casado y tiene un hijo de apenas dos años.
La trama nos plantea tres hilos argumentales; el primero es Ciro en su vida como profesor, en la universidad se cometen unos terribles asesinatos y Ciro, sin alumnos a los que enseñar, se tomara el descubrir al culpable como algo personal. El segundo argumento es Yonan, un personaje del que no os puedo apenas hablar pero que es otro de los protagonistas de la trama. Y el tercer hilo argumental es Sole, la mujer de Ciro, que se pasa los días sola y aterrada temiendo un ataque de los violentos.
Los tres hilos argumentales están perfectamente cohesionados, a veces convergen y otras van por separado y saltando de un escenario a otro. La atmosfera de la novela es oscura y fría, en ocasiones asfixiante, desalmada, triste. Es una novela triste por lo que cuenta, por los sucesos que narra –la trama de Soledad es la más dura- por el desarrollo, por el final, un final duro y aplastante. La mezcla de ciencia ficción y toques de terror funciona bien, pero la trama policial de la universidad es un poco floja y se soluciona de manera un tanto burda.
Un minuto antes de la oscuridad es una novela con una premisa buenísima, con un potencial increíble, pero creo que Biurrun no le ha sacado todo el jugo a la trama, a mí me ha faltado desarrollo en algunos hilos argumentales, me ha faltado profundidad en algunos temas, me temo que en comparación con Rojo alma, Un minuto se me ha hecho más plana y fría, más distante y menos intensa.
La narración de Un minuto es fría y distante, cosa que a mí no me convence, parece hecha con desgana, pero evidentemente puede ser cosa del autor, para transmitirnos ese desfallecimiento que se respira en Madrid, esa distancia moribunda que lo asola todo. Tampoco me ha gustado –y esto es absolutamente personal- que no se resuelvan muchas partes de la novela ni se nos diga el porqué de muchas otras, de la mayoría vaya, me gusta cerrar puertas, no me gusta dejar cabos sueltos, me gusta saber el porqué de las cosas, no me gusta vivir en la ignorancia y hacer suposiciones, pero eso es a mí, por supuesto.
Estoy seguro que hubiera disfrutado más de Un minuto antes de la oscuridad si las tramas hubiesen ido más allá, tengo la sensación de prisa en esta novela, de algo muy bueno que se queda en la superficie. Me ha faltado conexión con los personajes, redondez, limar asperezas.
Pero pese a todo me lo he pasado bien, me gusta Biurrun, y aunque aquí no he sentido lo que sentí con Rojo alma, el sello de identidad de Ismael está latente y se nota en los textos; en la dureza de la narración, en los recovecos de los personajes, en su psicología, Biurrun está ahí, es palpable, y esa impronta enluce la novela, pese a lo que a mí no me cuadra o no me gusta. La huella de un tipo como Ismael es más honda que cualquier otra cosa, que cualquier juicio. A veces está más latente, otras por desgracia no tanto. Pero está ahí.
Un minuto antes de la oscuridad
Ismael Martínez Biurrun
Fantascy 2014
314 páginas.