Bajo el
franquismo abundaban los mitos y héroes antifranquistas: poetas, intelectuales,
obreros, militantes de izquierdas.
En
democracia, muchos abandonaron dando por terminada su misión, y otros que
esperaban vivir perennemente de su leyenda se amargaron porque ya no le
interesaban a las nuevas generaciones.
Paco Ibáñez
era uno de aquellos mitos admirados por ponerle música y voz en los años 1960 a
poetas temidos por el franquismo, como Antonio Machado, García Lorca, Alberti,
Blas de Otero, Celaya o Neruda.
Al
principio de la democracia, los conciertos de Ibáñez eran multitudinarios, pero,
una vez escuchado libremente, era bastante. Enseguida perdió su carisma.
Los
antiguos antifranquistas comenzaron a expresar además cierto sentido crítico
con sus héroes. Otro mito, Vázquez Montalbán, dijo un día que Ibáñez cantaba
mal, era reiterativo y personalmente un pesado.
Así fue que
ya en los últimos 1990 sólo iban a oírle a algunos pequeños bares unos cuantos
nostálgicos para beber con él hasta caerse.
Hijo de exiliados en Francia, se fue resentido en el País Vasco, de donde era su madre, y buscando un nuevo mercado entre los abertzales, en uno de sus recitales ante escasísimo público en 2002 le llamó perros a las víctimas de ETA que se habían manifestado contra el terrorismo.
Desde
entonces siguió dando crecientes tumbos, físicos y morales, unas veces por los
excesos que cometen algunos artistas que deben actuar copeando en tascas, otras
por tratar de llamar la atención cuando ya casi nadie te escucha, e incluso te
huye.
Refugiado
finalmente en Barcelona, trata de ganarse a los independentistas declarándose
también uno de ellos y llamando malnacidos y desagradecidos a los españoles.
A sus 79 años está caído sobre su ruina quien vivió de esos españoles y de sus poetas, y que fue un mito para muchos de ellos.
-----
SALAS