Cuando uno tiene el privilegio de hacer un recital con un amigo.
Cuando puede permitirse el lujo de pasar con absoluta desvergüenza de Guastavino a Luly pasando por Hendel, Monteverdi, Fauré o Kurt Weill y aterrizar en un Joropo o un bolerazo de rompe y rasga. (Si tenéis tiempo, no os perdáis el mix de boleros del final)
Cuando sabe que el público está disfrutando tanto como uno mismo (casi). Porque eso se nota.
Uno da gracias a las musas por haberle permitido estos momentos de felicidad compartida. Este "Momento di contento"
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