Ha sido una lectura increíble.
Reconozco que al haber visto la película hace unos años ya tenía el sesgo activado, aunque he de decir que no afectó casi nada a mi vivencia de esta historia.
Yo interpreté Un monstruo viene a verme como un viaje de introspección ante la enfermedad de un ser querido. Y no solo un niño actúa así ante una situación difícil. Todos en algún momento hemos querido mirar a otro lado, hemos querido creer, hemos querido encontrar cualquier alternativa… No hemos sabido gestionar nuestras emociones, no hemos sabido poner nombre ni verbalizar todos aquellos pensamientos que nos rondan, que nos quitan el sueño y que hasta nos asustan.
Muchas veces la ansiedad, la angustia, la presión, la tensión, el estrés… Nos ahogan y toman forma en nuestro subconsciente. El mundo de los sueños se vuelve realmente tangible. Hasta llegar el momento en que uno se planta cara a cara frente a la verdad y, al asumirla, comienza el proceso de sanación, de autocuidado, de recuperación de uno mismo.
En la novela, los saltos entre el mundo de los sueños y la realidad son muy bruscos, incluso a veces, algo torpes. Independientemente de ello, no creo que se vea interrumpida en ningún momento la lectura. Incluso esa «torpeza» ayuda a recrear aún más ese escenario que vive aquella persona que actúa de cuidador sin recursos para aliviar al enfermo.
Recomiendo totalmente esta lectura, a pesar de que muestre la cara más humana del ser humano.