Revista Sociedad
“En política, el trípode es la más inestable de todas las estructuras”.
Frank Herbert, Dune
Por más que nuestra positiva, y positivista, mentalidad actual nos impida ver el bosque del Pasado, existe algo en lo que nuestros antepasados fueron más privilegiados que nosotros. Un súbdito de Adriano o Justiniano, un egipcio en tiempos de Ramses II o un persa en la época de Ciro “el Grande” tenían claro quién era la cabeza visible de su mundo, a quién debían rendir obediencia, y en cualquier caso, siempre cuidado. En la actualidad nos encontramos en un mundo de “Césares invisibles”, nadie sabe en qué palco realmente se sienta aquella persona que gobierna nuestras haciendas, ni en qué paraderos se toman las decisiones que influirán en nuestro más corto plazo. Los parlamentos democráticos de Occidente se han convertido en una suerte de “reuniones de vecinos ampliadas”. Los temas que se tratan son de mayor alcance que las grietas por humedad en una pared medianera, pero no dejan de ser temas “inmediatos” que no “trascendentes para lo sucesivo”. Ningún ciudadano medio sabe con certeza el porqué de esta Crisis. Nostálgicos mayores hablarán de un exceso en el gasto familiar y una falta en el trabajo físico y convicciones, mientras que, por otro lado, existirán acólitos seguidores de partidos políticos que echaran la culpa al gobernante opuesto de turno. Nada más lejos de la realidad, nos hallamos en un mundo etéreo gobernado desde las tinieblas. Dejando a un lado las batallitas de marcianos verdes narradas en algunos clásicos de la ciencia ficción (algunas de ellas muy loables e interesantes: pienso, por ejemplo, en “La Guerra Interminable” de Joe Haldeman), existen libros de ciencia ficción que, realmente, son verdaderos tratados de eventual geopolítica. Por encima de todos, más en los tiempos que corren, pienso en el clásico “Dune” de Frank Herbert. Se trata de un libro en el que se nos presenta una situación no demasiado lejana, en el fondo que no en las formas, a la que vivimos actualmente. Mucho antes de que llegara la Crisis, Herbert nos plantea un universo gobernado por grandes casas de mercaderes, un poder imperial y una corporación de tintes religiosos. “El trípode es la más inestable de las estructuras”, con la aparición de esta frase, uno se da cuenta de los paralelismos entre las relaciones de poder en la novela y las existentes actualmente. A una conclusión parecida llega nuestro flamante, y merecido, Premio Príncipe de Asturias, Amin Maalouf. En su libro sobre “El desajuste del mundo", no se deja de ver algo de lo más cierto y sugerente: los EEUU han caído en una vorágine autodestructora sin que, aparentemente, se hayan dado cuenta. Ciertamente, la "geometría del Poder" tiene una gran importancia si queremos explicarnos esto. Una expresión inglesa, utilizada también para este efecto, es la conocida teoría de las "checks and balances", pesos y contrapesos. Una potencia se esforzará, y será mucho más cauta, si es capaz de crecer teniendo siempre vigilado al rival por la hegemonía. No hace falta tampoco que esta relación "de contrapesos" sea en pie de igualdad, pero sí que es vital que todo potencial tenga sus límites. EEUU necesitaría más a la antigua URSS que nadie en este planeta. Dejando esto a un lado, la “inestabilidad” actual tiene un mayor alcance que la mera discusión política. Siguiendo el aforismo de las reverendas Bene Gesserit de Dune, junto al poder político nos encontramos dos grandes contrapoderes: el económico y el de las comunicaciones (aquél que es capaz de poner cormoranes donde jamás los hubo). Actualmente, el poder político (en Occidente nominalmente “electo”) no puede tomar decisiones sino es con la aquiescencia de los "tiburones económicos"; mientras que el poder popular del que la política se nutre no podrá llegar al ciudadano sino es con las bastas raíces de los grandes grupos de la comunicación. La interdependencia de los tres poderes es evidente, la inestabilidad es la actual Crisis. El caso de España es obvio. No existe poder político autónomo (como en el resto de países actuales). Mientras que las energías del populacho se funden en discutir sobre el modelo territorial más adecuado, España carece de margen de actuación alguna, yendo a aquellas guerras que se le mandan, y tomando aquellas medidas económicas que se le imponen. Nos encontramos en una circunstancia histórica donde es mucho peor que Emilio Botín anuncie un concurso de acreedores en el Banco Santander, a que España, como Estado, se declare insolvente. La crisis de legitimidad actual de los poderes que nos gobiernan es obvia. La política cada vez se está banalizando más, y no es de extrañar que la clase intelectual pueda llegar a optar por iniciativas políticas concretas (de alcance geográficamente delimitado) o simplemente optar por la abstención. Nuestra economía está sujeta a una hucha que nadie es capaz de ver, nuestras vidas “jugadas” en las interminables partidas de los mercados financieros. Si en verdad hay algo que nos diferencie de las etapas anteriores de la historia, eso es que las formas, y no el contenido, son diferentes. Qué alcance pueden tener las incursiones civiles en las redes soberanas es algo que debemos preguntarnos. A los poderes no se les llega ya por el voto, lamentablemente, pero las venas que les nutren están meridianamente abiertas (consumo, internet, conflicto social...). Hasta dónde serán capaces los “civiles de a pie” de llegar para poder reclamar su participación y su propia libertad en la toma de sus condicionantes de derechos e imposición de obligaciones es algo que nadie se atreve a pronosticar. ¿O ustedes sí?