Imagino un mundo desierto,
silva el viento, arropa la tristeza.
Un arbusto solitario se yergue,
lentamente a su lado se deshoja
una flor durmiente.
Sobre mí se extiende
una manta oscura de perlas doradas,
mientras observo que en la altura,
se alza imponente una plateada luna abandonada.
El silencio abraza este mundo.
Medito y mil danzarinas revolotean sobre mi cabeza,
de pronto un suspiro, ese recuerdo
la mirada de mi madre al arroparme.
Un grito entrecortado, sale de mis labios
aunque todo sigue igual;
solo el eco se extingue en el horizonte,
y nuevamente el silencio,
siempre atento en su trono.
Se siente el abandono
en este desierto sin fin,
alzó la vista al firmamento y entre recuerdos
pensamientos y sueños,
me despido de este mundo imaginario.