CERVANTES-ORTIZ
Cristo se hizo hombre de su pueblo y de su tiempo: vivió como un judío, trabajó como un obrero de Nazaret y desde entonces sigue encarnándose en todas las personas. Si muchos se han alejado de la Iglesia, es precisamente porque la Iglesia se ha alienado un poco de la humanidad. Pero una Iglesia que sepa sentir como suyo todo lo humano y quiera encarnar el dolor, la esperanza, la angustia de todos los que sufren y gozan, esa Iglesia será Cristo amado y esperado, Cristo presente.[1] (Óscar A. Romero).
NAVIDAD: LA FIESTA DEL DIOS-CON-NOSOTROS
La escueta enunciación de Mateo acerca del nacimiento de Jesús es una muestra de cómo su “opción navideña” consistió en narrar los sucesos desde una perspectiva popular, pero no por ello menos seria, y también desde una visión basada en las profecías antiguas. Luego de presentar la genealogía de Jesús para presentarlo como descendiente del rey David, su apuesta inicial, desarrollada consistentemente en el resto del relato, plantea un conflicto acerca de la paternidad de Jesús (Mt 1.18-19), el cual se resuelve únicamente por la intervención sobrenatural de un ángel para confirmar el origen del niño (v. 20). Los nombres anunciados para el niño, Jesús y Emmanu-El, el primero ligado a la historia antigua de salvación (sinónimo actualizado de Josué y Oseas), y el segundo en relación con la profecía de Isaías sobre la cercanía de Dios (vv. 22-23, “Dios-con-nosotros”), destacan la intervención de Dios en medio de los conflictos de su pueblo. La intervención del Espíritu, como una especie de “tercero en discordia”, convence a José de sumarse al proyecto divino: es una historia de fe y convencimiento (v. 24).
Pueden leer aquí completo el artículo de este escritor y teólogo protestante, titulado `Un niño nos es nacido´: hacia una Navidad plena y responsable