Revista Libros
1,902, anualmente, la herencia del filántropo Alfred Nobel, Premios Nobel en Literatura, Física, Química y Medicina, todas funciones que mejoran la sociedad, en alguna medida, es entregada. Y en 118 años tan solo quince, 16 ahora, lo han recibido mujeres: Dos suecas, Selma Lagerlöf, 1909, y el compartido de Nelly Sachs con Samuel Agnon, casi 30 años después, de 1966. En 1926, la literata, italiana, Grazia Deledda, tónica común en la referencia hacia ellas, hasta hace pocos años, lo obtuvo 17 años después de Lagerlöf. Dos años después, 1928, el galardón fue para la noruega Sigrid Undset. Dos estadounidenses, Pearl S. Buck, 1938, y 55 años después en 1993, seria el turno de la novelista Toni Morrison, la primera vez que se usa el termino aplicado a una mujer En 1954, la chilena Gabriela Mistral, la única latinoamericana en poseerla hasta 1,991, le fue otorgado a la sudafricana Nadine Gordimer. En 1996 fue para la polaca, Wislawa Szymborska, y en el 2004 para Elfriede Jelinek, la austriaca. Doris Lessing, de Reino Unido, aunque de nacimiento iraní, lo recibió en 2007. La alemana-rumana Herta Müller, lo recibe en 2009, y la cuentista canadiense Alice Munro, fue la poseedora en el 2002. Dos años después el turno fue para la nacida en la actual Ucrania, Svetlana Aleksiévich. Olga Tokarczuk, polaca, en 2018 precede a la actual ganadora,tambien norteamericana la poeta Louise Glück, todas ellas tienen en común el tener una pasión por la vida, pero sobre todos porque han sido generadoras de cambios sociales profundamente inmersos en su literatura. Dos las reseñamos en La Coleccionista, y ahora lo haremos con Glück, Louise, la menos ideal, o esperada para recibir ese premio, no por sus condiciones sino por sus atestados: vivir de acuerdo a su forma de pensar, hecho que probablemente provocó su separación de su esposo el también escritor John Dranow, o simplemente una elección personal. No es a cualquiera a quien le dan este tipo de galardón, y ella no es cualquiera: ni siquiera estaba considerada en la lista de los elegidos, pues simplemente no tenía condiciones para ello: Tiene 77 años, muchos de ellos vividos de acuerdo a como se pensaba debía ser la vida de un escritor que vive atacando el mundo, y que hasta el 2013 tuvo computadora, Ipad, teléfono celular y encosecuencia internet. Miembro de una familia acomodada de Long Island, vivió una infancia y adolescencia con problemas familiares que le provocaron anorexia nerviosa la única forma de escapar de las figuras dominantes de su madre y del fantasma de una hermana muerta antes de que Louise naciera, por lo que estuvo al borde la muerte, de la que fue salvada gracias a años de terapia, otra de las constantes de su vida. No estudió para ser escritora porque ya lo era, cada pequeña cosa, cada referencia aparentemente banal encierra una poética para ella: por acumulación, sus poemas están repletos de poemas cotidianos, de diario, de cualquier cosa, incluidos sus divorcios, en particular el segundo, del que fuera su socio literario John Dranow lo canalizó en dos libros: Praderas (Ulises y Penélope desde la perspectiva de un matrimonio que hace aguas) y Vita Nova, la vida después del divorcio –es decir, de una muerte–, otro de sus poemarios imprescindibles y tal vez el más accesible para empezar a leerla. El Nobel es el último de una amplísima trayectoria de laureles que incluyen también el reconocimiento como Poeta Laureada de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en 2003. En 2015, Barack Obama, considerado el presidente que más relieve y espacio le ha dado a la poesía en su mandato, le otorgó la Medalla Nacional de Humanidades. Actualmente, Glück es profesora de Poesía en Yale. Premio Pulitzer de poesía, 1993 por El Iris Salvaje, un libro tan austero y cotidiano que fue escrito tras dos años de leer únicamente catálogos de jardinería. Averno, un poemario que junto a El iris salvaje se encuentra entre lo mejor de su obra.Para La Coleccionista de Espejos, Dlia McDonald Woolery