Revista Sociedad

Un nuevo año

Publicado el 02 enero 2014 por Jordi Martinez Aznar
Ya comenzó un nuevo año. Con él, una nueva lista de deseos, los cuales nos durarán nada y menos. Me gustaría tener delante la estadística de gimnasios que hacen su agosto en enero, aparte de las semanas antes del inicio de la Operación bikini / palmito playero. También estaría bien saber cuántas academias de inglés han visto incrementado el número de matriculaciones en enero (y yo que creía que los cursos empezaban en septiembre). Personalmente nunca he sido mucho de pedir deseos, y es que nunca he acabado de creerme que algo se cumplirá por el simple hecho de desearlo mientras me como doce granos de uva o por el hecho de rezarle a un Dios del que muchos dudan de su existencia. Posiblemente algunos dirán que pidieron un trabajo mientras se comían las uvas y que, apenas unos días o unas semanas más tarde consiguieron uno y lo achacarán, en parte a las uvas, sin pensar que, en buena medida, fue gracias a la ingente cantidad de currículums que echaron en multitud de empresas durante semanas y meses, además de los estudios que realizó hace tiempo con tanto esfuerzo.
Luego está todo el tema de la paz en el mundo. Cada vez que llegan estas fechas, todos pedimos lo típico de paz en la Tierra para la gente de buena voluntad, el fin del hambre y de las guerras, etc. Cosas que, por otro lado, el resto del año ignoramos. Me gustaría saber, aparte de miembros de ONGs y similares, cuántas personas piden la paz durante sus vacaciones de verano. En estos momentos, no lo neguemos, lo único que queremos es que no haya colas en los museos que vamos a visitar, que no nos claven demasiado en el restaurante donde vayamos a cenar y que la ensaladilla rusa que tenían en ese chiringuito no nos fastidie las vacaciones con una diarrea de espanto. Pero, por desgracia, los humanos somos así: Solamente nos acordamos de los más desfavorecidos de vez en cuando, como por ejemplo en Navidad, momento en el que recordamos a todos aquellos que pasan hambre en el mundo o aquellos que no tienen hogar o familia.
Pero, para bien o para mal, estos días pasan. Personalmente tengo que reconocer que es un alivio, ya que hace años que las fiestas navideñas y yo no nos llevamos demasiado bien. Y es que hace tiempo que pienso que el espíritu navideño ha muerto y ha sido intercambiado por un espíritu comercial y mercantil puro y duro, como lo demuestra el dinero que mueve en regalos, eso por no contar el dinero que se mueve con la lotería. ¿En qué momento se dijo que el espíritu navideño se mide en décimos de lotería? En fin, que menos mal que dentro de una semana todo habrá acabado y volverá a la normalidad, aunque, tal y como van las cosas, en ocasiones pienso que estaría bien que siempre fuera Navidad. El mundo iría igual de mal, pero al menos lo edulcoraríamos un poco.

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