Revista Sociedad

Un nuevo César

Publicado el 08 noviembre 2016 por Salva Colecha @salcofa

En un rato conoceremos el nombre del nuevo presidente de los Estados Unidos. Eso viene a ser como saber quien será en nuevo Cesar, visto que nos empeñamos en continuar creyendo wp-1478603502992.jpegaquello de que en USA son especiales, como del Olimpo, y no queremos ver que el 99,9% de los que viven allí son personas como nosotros mismos, con sus glorias y sus miserias, con una tasa de paro alarmante y azotados por el mismo timo que nosotros, si no más. No vayamos a creer que aquello es otro planeta, puede que coman raro y que lleven armas pero no son tan distintos. Si queréis, la única diferencia que veo es que ninguno de los candidatos defiende las ideas de la izquierda europea, más bien nadan todos en un caldo algo indeterminado (anda, como el PSOE desde que se pasó al “lado abstenido”).

Nos dicen que el que gane las elecciones será el próximo presidente de la potencia que

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gobierna el mundo. Permitidme pensar que eso no es verdad. El mundo está regido por otro tipo de poderes que tienen más que ver con las multinacionales y las puertas giratorias que con el poder ejecutivo de un Gobierno, poderes que hacen sacar una banderíta blanca al más aguerrido de sus presidentes, o mejor dicho, que los untan como si fuesen rebanadas de pan con mantequilla. Ya lo vimos con Obama, quería cambiar el mundo y no ha sido más que otro presidente como otros tantos, con luces y con muchas sombras, pero eso sí, con uno de los premios Nobel de la paz más surrealistas que se recordarán.

Esta vez las elecciones en USA han tenido un aire distinto y eso es lo único con lo que me quedo, el espectáculo ha superado, con creces, el “más dificil todavía” de los circos de tres

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pistas. Se han enfrentado dos candidatos que no gustan un pelo a la mayoría de sus votantes, que han visto como han de elegir entre “susto o muerte”. Creo que la mayoría de las masas no se sienten identificadas, ni con la candidata del aparato, ni con un multimillonario al que parece que todo le importa un pimiento pero que ha sabido contactar con las clases más radicales y más, digamos, “outsider” de los Estados Unidos y que ya ha ganado, pase lo que pase, porque ha dado la vuelta como un calcetín a la política en USA y ha llegado muchísimo más lejos de lo que se podía esperar.

No se todavía resultados pero creo que nos podemos llevar una sorpresa nada agradable si Trump se hace con la Casa Blanca. No sería raro, no harían más que seguir la peligrosa “moda” de la tenencia nacionalista derechista que se lleva en  Europa y que es un reflejo del hartazgo con la clase política (Brexit, Francia, Alemania, Hungría…)

De todas formas, aunque Trump o Hillary ganen los comicios tampoco va a cambiar demasiado, ni el mundo se acabará ni sonarán las trompetas del Apocalipsis en “dolby

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sorround”. Los electores lo tienen asumido, en realidad son dos caras de la misma moneda y puede que por eso ninguno de los dos haya levantado a las masas. Por mucho que se empeñe el FBI con sus manejos, los dos candidatos se deben a otros factores como la composición de las cámaras (si, allí también tienen congresistas, senadores y seguramente jugadores del “Candy Crush”). Quién salga elegido ya tiene sus compromisos adquiridos con todos los que han puesto los dineros para ponerlos ahí y que vete a saber cuales serán. Si por un lado se rumorea de Trump y Putin, por otro se habla de los jeques árabes financiando la fundación Clinton. Si de algo se caracterizan por USA es por hablar sin temor a la “Ley Mordaza”, a no ser que seas Snowden.

Al final no se quién se va a hacer con la Casa Blanca, pero lo que si aseguraría es que no

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debería quitarnos mucho el sueño. Más allá de la decoración más o menos country de la mansión no creo que pasen grandes cosas. Para ello deberían cambiar no la cara del Presiente de Estados Unidos sino, más bien, para que cambie algo deberían temblar los cimientos WallStreet y todos sus sucedáneos. No debería cundir el pánico gane quién gane, en el fango ya estamos y no creo que ninguno de los dos quiera, ni pueda, sacarnos de ello. Hasta que no seamos capaces nosotros mismos de darnos cuenta del juego de sombras chinescas en el que estamos inmersos no vamos a salir de esta.


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