Revista Solidaridad

Un nuevo llanto de esperanza

Por Iñaki Iñaki Alegria @InyakiAlegria

Un nuevo llanto de esperanzaUn nuevo llanto de esperanza

Llora, llora.

No tiene nombre, pero tiene esperanza.

Llena con el llanto cada recoveco de su pulmón con el aire que impregna Gambo, el poblado en el que acaba de nacer.

Acaba de llegar al mundo, está todavía dando las primeras bocanadas de aire. Sus pulmones se están llenando por primera vez del aire etíope, al acabar de abandonar la calidez del vientre materno.

Acaba de llegar al mundo y ya es un superviviente, un héroe. Él y su madre.

No ha sido sencillo.

Mintwuab, es la joven de 15 años, la madre que ha llegado al hospital en una camillas elaborada a base de ramas de árbol trenzadas y cargada por cuatro hombres, uno a cada extremo, durante más de 4 horas de trayecto. El camino ha sido duro, exhausto, pero la recompensa ha valido todo.

Las dos enfermeras de guardia, al ver a los 4 jóvenes cargar exhaustos en brazos la camilla con la mujer postrada, han salido a su encuentro. La han cargado y la han entrado directamente a una sala con dos camillas dispuestas para parir.

La joven enfermera, corriendo ha tomado un aparato cilíndrico que recuerda a una campana, es el llamado fetoscopio. Un extremo lo ha colocado en el abdomen de la mujer y el otro en su oído haciendo presión. Ha empezado a oír un pum,pum… pum,pum… pum,pum… el latido del niño.

Sin embargo, al escuchar el latido, en lugar de alegrarse le ha cambiado el rostro. Era un latido lento, demasiado despacio. Al instante, un líquido marronoso mancha la sala. Acaba de romper aguas. Unas aguas teñidas de sufrimiento.

No nos podemos demorar más. Aún no ha nacido y está ya muriendo. La vida del feto está en grave peligro. Es preciso realizar una cesárea urgente.

Las dos enfermeras tumban a la mujer en una camilla y la empujan lo más deprisa posible por el pasillo hasta llegar a la sala operatoria. Allí está esperando el cirujano y el anestesista con su equipo.

Entramos a la mujer en la sala operatoria. El anestesista se acaba de ajustar los guantes, clava una aguja en la espalda de la mujer, alcanzando el canal medular e inyectando en el líquido que anestesia, aliviando de dolor a la futura madre.

El cirujano aparece en la sala, todo vestido de verde, se ajusta los blancos guantes y se dispone a iniciar la operación.

Una incisión transversal, rápida y limpia deja al descubierto el útero. Una nueva incisión en él, aspirando, e introduciendo la mano en su profundidad para alcanzar la cabeza del recién nacido y sacarla al exterior, haciéndolo nacer. 

Silencio

El silencio que paraliza la vida, aguantando la respiración de todos los miembros esperando un llanto que no llega.

Es preciso actuar con premura.

Con una mano lo traslada a la enfermera que toma el cuerpo del recién nacido.

Un cuerpecito flácido, sin tono, sin llorar, sin respirar…

Lo coloca en la mesa de reanimación. Y le introduce una sonda por la nariz aspirando de su sistema digestivo el contenido meconial. 

Toma un ambú y lo coloca de manera hermética en su cara, abriendo con una maniobra bien la vía aérea para insuflar en sus pulmones aire, aire de ese mundo al que acaba de llegar, aire de Etiopía.

Uno. Dos. Tres. Cuatro… Y rompe a llorar… desplegando todos los rincones de sus pulmones y llenándolos del aire de Etiopía, aire en el que le ha tocado nacer y respirar… 

La enfermera corta el cordón, cubre con dos mantos blancos al recién nacido y respira aliviada sonriendo.

Todo ha salido bien.

Mintwuab está viva, y es madre.

El recién nacido acaba de nacer con vida, y sigue vivo, una obviedad nada obvia en este entorno.

Es un llanto de esperanza, hay futuro, está naciendo, estamos apostando por él.

EL conocimiento del personal sanitario ha salvado una vida. 

Llantos de Alegría y Esperanza.


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