Un cuento de ficción para leer en una borrascosa noche, que dará un portazo a la anterior, esperando el día que anunciará la libertad y que hará brillar una renovada ilusión.
No quiero terminar como lo han hecho cuatro hombres más que conozco ya retirados a sus cuarteles de invierno, y que por razones de seguridad y sumo respeto no debo citarlos en este epílogo de reflexiones, pues las confesiones se pagan con el epitafio de la traición, especialmente a quien desde los Andes siempre que ha tenido ocasión ha estado a mi lado, como el hermano que no tuve, en estos últimos tiempos en donde se debatía mi honorabilidad y quizás la suya.
Presiento que una gota, al más puro estilo malayo, hace que a través de los años, el temor a lo desconocido se cebe en mi cabeza, matándome la capacidad de orientarme poco a poco, cuál cucaracha en la que en algún momento se la aplasta. He llegado a pensar que hay tan poco trabajo en la "casa inteligente", salvo los que se dedican a perseguir la corrupción y prenden llamas fuera de nuestras fronteras, que se intercambian las viejas carpetas como si fuesen "trileros" con agujeros en sus cubiletes. Aquí está, ahora no está, ¿dónde estará?. ¡ Vamos a por éste cabeza de turco al que podemos todavía "estrujar, pues bueno es para analizar con el efecto espejo que queramos ver".
Hemos sido títeres del sistema no me duele reconocerlo, que cada vez se diluye en mi comprensión me produce un seco vomito, a no ser que se trate de un cuento de hadas, y que ahora somos prescindibles, al parecer para jugar al escondite conmigo o con otros, lo desconozco.. o no, dejándonos la opción de vivir en cualquier lugar donde no tengamos la tentación de hacer sombra bajo un caribeño cocotero. Y todo hay que decirlo, nunca nos pidieron ubicar nuestro barbecho ni comprobantes de viajes, suponiendo que conocen las etiquetas y las actuaciones contrastadas en este capítulo vital... y final por mi parte, en el que se concluye que terminan graciosamente por fiarse, a no ser que con documentación en la mano tergiversada y maloliente se hayan aprovechado, como lo sé, de algunos, que no yo, les haya quedado el superávit de poseer hacienda y acomodada situación.
No soy un infiltrado, ni siquiera suplente, y me mortifica y me humilla que se utilice la palabra mercenario, simplemente una analista anónimo con capacidad de acción, que de vez en cuando he tenido que hacer daño, sumergiéndome en un mundo incompatible con mi pensamiento, aunque denunció que escrúpulos sigo teniendo escasos, quizás muy pocos, pero sigo siendo un hombre de honor, valor y respeto.
Sigo siendo, o lo fui, uno de esos malos que inteligentemente articulan la confusión y la entablillan en forma de sabandija, adherida en determinados núcleos de decisión colateral, creando opiniones y falseando noticias, enmarañando o contribuyendo a hacerlo en ambientes propicios para los intereses piramidales de quienes jamás se dan a conocer. O él que simplemente certificó la presencia de ingenios peligrosos a los que un día se podrían destruir, incluso de un plumazo mediático repleto de munición.
No voy a fumarme nunca más un puro que sella un compromiso, ni me voy a enfundar en un hábito descolorido. Voy a intentar vivir tranquilo para poder contarles otros cuentos de hadas, pues otro como éste sería un relato escabroso y repetitivo, que tampoco ha pretendido llamar la atención y ninguna intención, salvo la de distraer a nuestros solitarios y anónimos invisibles.