Revista Opinión
Los cuadros del genial pintor impresionista Vincent Van Gogh se subastan por autenticas millonadas… pero esto comenzó a ocurrir una vez el “loco” pelirrojo abandonó este mundo, pues en vida consiguió vender la friolera de…¡¡¡ 1 cuadro!!!
“Viñedo rojo” fue adquirido por 400 francos por la también pintora Anne Boch en 1890, poco antes del fallecimiento de Van Gogh.
A pesar de su corta existencia, el genio holandés realizó unos 900 cuadros, muchos de ellos considerados hoy como indiscutibles obras de arte, que sin embargo de poco le sirvieron para subsistir.
¿Qué clase de tela ocular nos impide descubrir la genialidad en el mismo instante de su nacimiento? Como siempre, verdades no tengo muchas (y las que tengo no caben en las palabras) pero teorías poseo a raudales. Ahí va una.
Decía el Doctor Mario Alonso Puig que en el proceso creativo intervienen de forma complementaria, pero no simultánea, los dos hemisferios cerebrales. Por una parte el artista ha de trabajar con su lado izquierdo para acaparar datos, conocimientos, técnicas y habilidades. Después, hay que comenzar a trabajar, a reescribir, a repintar, a borrar, a filtrar, a desechar, a comenzar desde el principio, desde la mitad, rehaciendo, rehaciendo y rehaciendo hasta que en el momento oportuno, y nunca antes, ¡zas!, el hemisferio derecho coge el timón. Con todas las “piezas” que el científico hemisferio le ha regalado, la parte creativa de nuestro cerebro comienza a trabajar en ese lenguaje no visible ni verbal que tanto nos costaría explicar. Es el arte, la magia, el duende, el misterio o como queramos etiquetarlo, el que interviene para combinar elementos existentes en una nueva forma hasta ahora desconocida.
Cuando el artista llega a este punto sabe que acaba de crear algo valioso (no hablo en términos económicos) y aquellos que, por su entrenamiento con la diestra del coco tienen afinada su “sensibilidad”, también verán la maravilla. Pero eso no implica que la mayoría de las personas que pasean la mirada por un cuadro, un libro o una escultura sensacional, sepan leerla. Porque para poder realizar una lectura adecuada de una obra de arte no hemos de aplicar ningún tipo de razonamiento concreto, es más, hemos de anular en la medida de lo posible la razón.
El arte es eso que te cautiva, que te estremece, que te hipnotiza y que consigue penetrar en una parte de tu ser poco dada a las explicaciones. Simplemente ocurre, y es maravilloso. Pero como todo en la vida, para llegar a este punto hay que trabajárselo. El creador tiene que afanarse mucho con sus dos hemisferios para poder realizar una obra que merezca la pena ser parida. Y el observador también tendrá que currárselo para aprender a dejarse penetrar por ese extraño lenguaje que mana de la obra, y si quiere transcribir lo recibido para compartirlo con otros, aunque también le queda la opción de quedarse en el deleite sin buscar explicación, se verá obligado a darle caña a su hemisferio izquierdo, que en la medida de lo posible traducirá, a su forma y manera, aquello que la obra le hace sentir.
Aceptamos la dualidad en el mundo tangible sin demasiados problemas. Frio y calor, blanco y negro, luz y oscuridad… etc., sin embargo, nos cuesta una barbaridad admitir esa misma dualidad en nosotros mismos. No somos solo carne y razón, tenemos más, mucho más, pero no podemos medirlo, calibrarlo ni etiquetarlo, y aunque para muchos talibanes del raciocinio no hay más que aquello que mis sentidos me dicten, el arte, como el niño rebelde que se niega a ser castigado, está ahí para burlarse de todos aquellos que ladean su cabeza a la izquierda en demasía.
El arte dice:
“ah, ¿Qué solo existe lo que puedes ver?, pues ¡toma! Un Picasso, un Rafael y un Monet”
“¿Cómo?, ¿que solo existe lo que puedes oír?, ¡ahí va una pieza de Mozart, una soleá de Camarón y un temilla de Leonard Cohen”
“¿De veras solo puedes leer con la razón? ¡zas, en toda la jeta!, toma Machado, Lorca y Miguel Hernández"
No se puede explicar, es parte del misterio. Los efectos del arte no provienen del mismo lugar de donde nace el lenguaje o las matemáticas. No vienen del camino de la lógica. Están en otro lugar, es la otra parte de nuestra dualidad.
Pero si es usted una de esas personas que abrazan la ciencia con dogmática razón, no se preocupe, puede que encuentre explicación científica para el arte, y que pueda explicármelo y convencerme. Claro que, ya de paso, quizás pueda también explicarme qué coño es el amor.