Revista Cultura y Ocio

Un par de sonrisas más

Por Aceituno
sonrisas

Esta fotografía es de hace un mes, más o menos. El tratamiento de la imagen en post-producción le da ese aire de foto antigua, de inicios del s. XX más o menos. Aunque haya un grafiti, un par de coches y unos cables eléctricos modernos, la estética nos recuerda a los primeros polígonos industriales de las grandes ciudades.

Yo creo que así es como empiezo a ver el mundo.

Antiguo, viejo, como si ya lo hubiese visto miles de veces, como si ya no me pudiera aportar nada porque, tal vez, no tengo nada que absorber. Yo que siempre fui un poco esponja y siempre estuve ávido de conocimientos y de mirar las cosas con otros ojos para no perderme detalle, resulta que ahora me parece que ya está todo visto, que no hay novedad alguna frente a mí y que no aprenderé nada más.

Todo mi yo, forma parte de mi yo.

Ya no sé a quién veo cuando me miro en el espejo. Me cuesta reconocerme, así que suelo hacer algunas de las muecas que hacía para ver si se me refresca la memoria, pero no funciona y lo único que hago es frustrarme aún más. Tampoco soy el mismo frente a los demás, o frente a la comida, o frente a la risa. Estoy cambiando cada vez más deprisa sin saber hacia dónde. Pero intuyo que tiene que ver con lo de siempre, con este cáncer que avanza y cada vez se apodera un poquito más de mí. Tanto que hace que no me reconozca en las cosas más elementales.

Pues bien, aún así he comprendido que debo estar de buen humor todo el tiempo que pueda, que debo mantener la energía alta todo el tiempo que pueda, que debo sonreír y hacer sonreír a los demás todo el tiempo que pueda y que debo evitar quejarme todo lo que pueda. De esa forma aliviaré a los demás de una carga muy pesada y, por extensión, también me encontraré algo mejor de ánimo.

Eso me lo habéis enseñado vosotros.

Debo disimular todo el tiempo que pueda para no traer más mierda al mundo, que bastante tenemos ya. En eso parece consistir la famosa “lucha contra el cáncer”. Una vez entendido el asunto, me pongo manos a la obra y comienzo a sonreír ante las pequeñas cosas cotidianas por el puro placer de que, en el mundo, haya un par de sonrisas más.


Un par de sonrisas más


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