Cuando lees historias sobre grandes personajes como reyes o emperadores, la mayor parte de informaciones se centran en el gobierno de un estado, en su economía o en su expansión. Pero rara vez encontramos hechos más cotidianos referentes a estos grandes nombres.
Hace un tiempo, leyendo una biografía de Catalina Micaela, hija de Felipe II, me sorprendió mucho leer un texto referente a los partos de la infanta. Son bien conocidas las cartas que el Rey Prudente escribió a sus dos hijas Catalina Micaela e Isabel Clara Eugenia durante sus ausencias de la corte. En ellas se muesta un rey cercano, familiar, que se preocupa por las personas a las que quiere, muy alejado de la imagen pública que ha sobrevivido y que dio lugar a su famosa Leyenda Negra.
El texto del que os hablo corresponde a una carta enviada desde El Escorial a la infanta Catalina Micaela que se encontraba en Saboya, el 14 de junio de 1588 para fecilitarla por la venida al mundo de uno de sus nietos:
...he holgado por saber cuán buena habíais quedado del parto, pues fue largo y me dicen que trabajoso, aunque vos no me lo decís, y lo sería siempre que os pusiereis a parir en silla y no en camilla, que es cosa muy peligrosa ponerse temprano en la silla, y creo cierto que fue esto causa de la muerte de la princesa mi primera mujer...1
Catalina Micaela fue una princesa fecunda que tuvo diez hijos en diez años, hasta que el último parto terminó con su vida. Hace no tanto tiempo, ni las mujeres de la realeza se libraban de los peligros que suponía traer un bebé al mundo. De ahí que muchas de ellas hicieran testamento cuando quedaban encinta. Por eso no es extraño que un monarca que también era padre, se preocupara por el modo de parir de sus hijas.
El método de la silla consistía en una silla agujereada que parece ser que provocaba fuertes emorragias poniendo en peligro la vida de las parturientas.
La ilustración que os he puesto pertenece a un tratado de obstetricia de principios del siglo XVI. Podéis encontrar más información sobre el mismo aquí.
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1. Las Austrias, Catalina de Habsburgo, pág. 191