De siempre nos ha gustado hacer escapadas, a lugares cercanos, pasar el día en la naturaleza o aprovechar para conocer rincones de nuestra tierra que no conocemos. Así que cuando vimos que el domingo brillaba el sol, escapamos corriendo de casa, con una empanada en la mochila y muchas ganas de disfrutar de esta tregua que nos daban las condiciones meteorológicas.
Desde hacía tiempo en nuestra lista de sitios pendientes estaba la villa de Celorio, así como las playas de sus alrededores, y sin pensárselo dos veces, allí nos dirigimos.
Celorio pertenece al concejo de Llanes, una de las zonas más bonitas del oriente asturiano y también de las más turísticas.
Como aún no estamos en el punto álgido de las vacaciones estivales, encontramos con facilidad aparcamiento al pie de la playa. No sé cómo describir la emoción de A al darse cuenta que esta vez no íbamos a limitarnos a dar un paseo alrededor de una playa, sino que íbamos a pasar un ratito allí, jugando y disfrutando del entorno.
"Acampamos" en la Playa de la Palombina (aunque no es la única), casi vacía, y donde pasamos casi tres horas jugando, A tanteaba cada poco los charcos que había dejado la bajamar, por si alguno tenía el agua calentita y yo, para que negarlo, disfrutando de la cámara de fotos, la cual llevaba meses arrinconada en casa.
Y si encima, la casa al pie de la cual habíamos montado el campamento, tenía una estética super fotografiable y una portilla roja que hacía juego con la camiseta de A, una que va hacer ¡pues tirar cientos de fotos!
Disfrutamos de un par de horas con sabor a verano, de olor a salitre y algas, de pelos revueltos con la brisa marina y de una sensación de libertad que estábamos necesitando después de un largo invierno casi casi recluidos.
A primera hora de la tarde, el aire que antes no molestaba, se tornó más frío, el calor del sol ya no llegaba con tanta fuerza y fue el momento que escogimos para conocer el pueblo, desierto casi al completo, con la mayoría de los establecimientos cerrados y las residencias también. Se respiraba en el ambiente que en verano esa tranquilidad se acaba, llenándose las casas de turistas, las calles y las playas.
Admiramos la iglesia y el Monasterio de San Salvador.
Pero sobretodo, disfrutamos de estar juntos, de un día en familia, al aire libre, sin horarios, sin prisas, solo nosotros tres y el entorno que nos rodeaba.
Si tenéis previsto viajar a Asturias, os recomiendo que dediquéis unos días al Oriente Asturiano, no os supondrá dificultad alguna encontrar alojamiento, ya que abundan las plazas hoteleras, apartamentos de alquiler, y los Campings.
Espero que os haya gustado el paseo. Gracias por acompañarme una semana más.