Viajar suele ser sinónimo de diversión, placer o entretenimiento. Normalmente visitamos otros lugares pretendiendo conocer otras culturas, otros países o algo distinto que no tenemos en nuestra casa. Un paseo por el bosque es otra cosa. Quizás deseando embarcarse en la última aventura de su vida el envejecido Robert Redford abandona la seguridad de su hogar y a su familia para pasar tres meses recorriendo una ruta senderista famosa en Estados Unidos por los Montes Apalaches. Es su Camino de Santiago particular, un viaje que le pondrá en contacto con la naturaleza más salvaje, con su propio “yo” y con un “tu” llamado amigo de juventud y juergas del que había perdido el contacto.
Lo que comienza siendo un reto personal para los dos veteranos protagonistas por su avanzada edad más tarde se convierte en un ejercicio de supervivencia del que saldrán bien parados solo si trabajan en equipo. El bueno de Bryson se dará cuenta que para esa larga caminata de 3.500 kilómetros es mejor ir mal acompañado que solo. Hay ciertos peligros que solo pueden enfrentarse si tienes al lado a alguien que podría dar su vida por ti como por ejemplo unos peligrosos osos negros u otros osos humanos con menos pelo pero con más mala leche como algunos maridos furiosos.
Estos dos hombres con destino tienen pocas cosas en común, menos de las que ellos quisieran. Katz, un recuperado para la causa Nick Nolte, es un ex borracho que huye de la ley y que decide participar en esa aventura para intentar escapar de un camino que no le satisface. Bryson por el contrario no carece de nada. Su idílica y perfecta vida no es un espejismo. Las diferentes pruebas a las que es sometido en el trascurso de este paseo confirmarán que nada merece más la pena que pasar el resto de su vida en brazos de su mujer.
Todas las metas y objetivos a corto y largo plazo van cumpliéndose a medida que van sucediéndose las etapas. Como en la vida algunos compañeros se les irán uniendo y otros les abandonarán. Algunos les ayudarán en ocasiones puntuales, como los jóvenes que les prestan su ayuda y les salvan la vida en el precipicio y otros se convertirán en una molestia y un incordio, una china en sus botas de montaña que les hará retrasarse o desviarse de su ruta.
Ken Kwapis es un director que domina a la perfección el género de la comedia por lo que esta película le viene como anillo al dedo. Sus personajes no solo maduran o crecen emocionalmente al vivir unas experiencias únicas sino que sacando siempre un provecho o un beneficio de todas ellas adquieren un saber personal que se traduce en una plena satisfacción futura. No solo podemos quedarnos con locas escenas de caídas, huidas o equívocos varios, atentos al simpático comienzo del viaje con estos dos ancianos dando sus primeros pasos, una auténtica declaración de intenciones de lo que nos espera por ver. También nos obsequia con algunas conversaciones y diálogos profundos entre personajes que huyen de simples comentarios entre amigos. Un paseo por el bosque es mucho más de lo que esperábamos o poco menos de lo que debe ser una road movie cómica. Un Robert Redford como Ulises tentado por una sirena y en peligro de muerte a cada paso que da en su Odisea. Algo que merece ser escrito y contado tal y como lo hizo en la vida real el propio Bill Bryson cuando publicó su libro Walk in the woods en 1998.
Una experiencia vivida por dos actores con nombre propio, muchas arrugas y muchos años a sus espaldas que como el Red Bull les da alas y una clara invitación a agarrar nuestra mochila e irnos al monte como unos auténticos domingueros cualquiera. ¡Yo por si acaso ya tengo mi equipo preparado!