Revista Viajes

Un paseo por el Cabo de Gata

Por Qnatur

parque natural del cabo de gata 7El Parque Natural Cabo de Gata – Nijar,  en  Andalucía, ocupa 37.000 hectáreas de un territorio semiárido volcánico y otras 12.000 de espectaculares fondos marinos. Un paisaje único y excepcional que guarda rincones muy diversos y a menudo sorprendentes por donde proponemos un viaje que recoge tradición y naturaleza.

Por el interior

Es fácil asociar el Parque Natural del Cabo de Gata a una experiencia de mar y playa. Sin embargo,  el Valle del Hornillo descubre otro perfil del parque de gran belleza e interés etnográfico y natural.

Partiendo de la pista que sale de Los Albaricoques al Cortijo del Fraile nos adentramos en este espectacular valle, amplio e impecable, rodeado de tímidas colinas y antiguas terrazas de cultivo hechas con piedra.

Nos encontramos en el lugar donde llueve menos de Europa y con la mayor insolación. El camino transita por campos semidesérticos, pedregosos, flanqueados por pitas y chumberas, y en las colinas el esparto es el rey.

En el trayecto hay algunos cortijos blancos dispersos, algunos restaurados , e impresionantes aljibes de bóveda para almacenar el bien más escaso en esta zona: el agua. La arquitectura tradicional es simple pero inteligente, adaptada al entorno. Por ello los cortijos son bajos, de paredes gruesas, encalados y con ventanas pequeñas para protegerse del calor. Los tejados planos, para recoger el agua de lluvia que es conducida a un aljibe junto a la casa.

Así llegamos al legendario Cortijo del Fraile, donde tuvo lugar el conocido “crimen de Nijar” que inspiró el drama en verso de Federico García Lorca titulado “Bodas de sangre”. Hoy, aunque lamentablemente  abandonado, mantiene  magia y poderío.

En  su entorno, en la Cañada del Fraile, veremos cultivos agrícolas tradicionales, actualmente en regadío, que siembran de color y vida el árido paisaje.

Más allá, acercándonos a Fernán Pérez, está el Olivar del Parque. Una finca de la que se extrae un exquisito aceite de oliva, todo ello sin abandonar un paisaje que habla de unas condiciones de vida duras, que explican precisamente la dispersión de las cortijadas.

En el valle de Rodalquilar

El Valle de Rodalquilar es un auténtico cráter volcánico, de unos 8 kilómetros de diámetro, con una única salida al mar por la playa de El Playazo y donde la percepción de estar dentro de la caldera de un volcán es real.

Tanto si lo atravesamos en coche como si recorremos alguna de las numerosas sendas, nos encontramos rodeados de conos volcánicos como sombreros mejicanos, con texturas suaves de esparto y retama y siluetas esparcidas de olivos,  algarrobos, palmitos, acebuches, lentiscos  y palmeras. En el suelo flores de papel moradas, blancas… y en el  horizonte algunas estructuras blancas de pequeños pozos, aljibes, molinos,  junto a muros de piedra del color de la tierra, rojos, ocres… todo es armonía.

Las minas de Rodalquilar son otro espectáculo, en esta ocasión de un pasado no tan lejano. Túneles, vetas de oro, maquinarias, lavaderos. En la Casa de los Volcanes, en el mismo pueblo, encontramos información muy amena para entender todo lo que significaron estas minas y el origen volcánico del parque.

De paso, y sin abandonar el pueblo de Rodalquilar, vale la pena perderse en  el Jardín Botánico El Albardinal. Un espacio coqueto y cuidado donde podemos identificar y entender la abundante diversidad de especies vegetales únicas de este parque y, con un poco de suerte, divisar algún camaleón.

Ponemos rumbo al mar, a la playa de El Playazo, donde además de un baño en sus aguas color turquesa,  bien vale la pena hacer la senda de la Molata, unos 3 kilómetros ida y vuelta por imponentes cortados.

De playas por San José

La Playa de los Genoveses, la playa de Monsul, la playa de la Media Luna…. kilómetros de playas vírgenes, algunas, como la de los Genoveses, con dunas de arena fina y dorada. Todas flanqueadas por valles sin carreteras asfaltadas, apenas construcciones y sendas por la costa bien señalizadas que invitan al paseo, aunque algunas entrañan cierta dificultad.

Y para reponer fuerzas, la isleta del Moro, blanca y recogida, escasamente alcanzada por el “mal hacer” del desarrollo, simplemente un lugar encantador donde comer al borde del mar productos frescos, pescados por los lugareños y disfrutar de unos maravillosos atardeceres.

Las salinas

Al otro lado del Cabo de Gata, en dirección a  Almería encontramos las Salinas de Cabo de Gata que ocupan unas 400 hectáreas. Además de su valor productivo y su interés como paisaje de la sal, tiene un importante valor ecológico al albergar numerosas especies animales y vegetales características de estos ambientes.

Para más de 100 especies de aves este humedal es muy importante, en especial para las aves migratorias, y el ave estrella que por su vistosidad y número nos va a fascinar es el flamenco, esbelto, colorido… un par de puestos de observación ornitológica nos dejan acercarnos a estas maravillas de la naturaleza.

La larga playa de las salinas, que muere en los acantilados volcánicos del Cabo de Gata, es otra delicia. Está llena de actividad, gente pescando y embarcaciones entrando y saliendo de su faena diaria en la mar… Un par de sillas de campo, una nevera con un refrigerio y una puesta de sol en esta playa son un placer asegurado.

Paseo submarino

No podemos acabar una visita al Cabo de Gata sin sumergirnos en sus fondos marinos, un espectáculo indescriptible con callejones de roca volcánica cubierta de arrecifes de coral, pasillos de arena y extensas praderas de Poseidonia… que podremos disfrutar gracias a las magníficas empresas de actividades que operan en la zona.

Y por cerrar esta entrada con un toque de logística recomendamos un mínimo de cuatro días para ver todo con tranquilidad. Comer pescaito rico por 20 €/persona. Dormir en un cortijo con vistas mágicas, anfitriones encantadores y un desayuno de infarto por 40 €/persona… anímate, hemos preparado todo con mimo para hacer realidad un buen viaje en la Guía del Parque del Cabo de Gata – Nijar.

Abril de 2014

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