Revista Opinión
Durante una visita a la nueva sede central de la OTAN, el mandatario estadounidense empujó levemente hacia un costado al primer ministro de Montenegro, Dusko Markovic, para quedar al frente del grupo. De esta manera, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, lograba pasar no desapercibido en los encuentros que mantuvo con los líderes de la Unión Europea y la OTAN en Bruselas. Tras lograr colocarse junto al secretario general de la alianza atlántica, Jens Stoltenberg, Trump se ajustó el traje con una sonrisa y comenzó a hablar con la presidenta de Lituania, Dalia Grybauskaite, e ignoró a Markovic, que quedó detrás de él. Por otro lado, en sus encuentros con el nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, Trump intentó acercarse a Macron, mientras el presidente francés buscaba alejarse. Macron colocó su mano en el brazo de su homólogo estadounidense, como tratando de liberarse del apretón de manos. Pero no se libró de un enfático apretón de manos. Ambos se apretaron las manos fuertemente durante un largo rato. Las imágenes del momento muestran cómo los nudillos de ambos quedaron blancos.
La primera gira internacional de Trump incluía reuniones con el Papa y con los dirigentes de organizaciones tan serias e influyentes como el G-7. Pero la sensatez, cordialidad y capacidad de liderazgo del presidente de Estados Unidos se convirtieron en meteduras de pata, incordialidades y puro menosprecio. Y su gira se convirtió en la famosa frase del Tenorio: “en todas partes dejé memoria amarga de mí”. De “Patán en jefe” le calificó Handelsblatt, el diario económico alemán de referencia; “Rudo y prepotente” le llamó el francés Le Monde, en un editorial; y la portada del belga Le Soir encabezó su titular “Trump empuja a sus aliados” después de que el dirigente del país más poderoso del mundo apartara sin miramientos al primer ministro de Montenegro para conseguir su foto en primera plana. De “encierro peligroso” con los dirigentes del G-7 calificó el británico The Guardian la prevista reunión de los siete sin asesores ni acompañantes, por la posibilidad de que Trump desvelara inconfesables secretos de Estado simplemente para quedar bien o parecer el más listo de la clase.
El encuentro en El Vaticano fue cordial y hasta hubo risas, pero la imagen que ha dado la vuelta al mundo es la de un Papa Francisco muy serio, aparentemente enfadado, quizá por tener que asumir el papel de padre sermoneador y echar un rapapolvo al presidente más belicoso que ha pisado la Casa Blanca en muchos años. Del Papa Trump dijo que “es genial”, de Arabia Saudí que es “extraordinaria”, de los alemanes que son “muy malos” y que el cambio climático es “un invento” de los chinos. Gary Cohn, asesor económico de la Casa Blanca, reforzó la hipótesis darwiniana al declarar: “Sus opiniones están evolucionando. Ha venido aquí para aprender y ser más listo”. En el Museo del Holocausto en Israel dejó una rúbrica que la podía haber escrito un niño en Disneylandia: “Es un gran honor estar aquí con todos mis amigos. Qué increíble. ¡Nunca lo olvidaré!” El gesto más explícito de todos lo hizo su mujer, Melania, caminando a medio metro de distancia y retirándole la mano de golpe nada más descender en el aeropuerto de Tel Aviv. Y la cumbre del G-7 se convirtió en un '6 contra Trump' por amenazar los acuerdos del clima. Los líderes del G7 reconocieron por primera vez el sábado su división sobre el cambio climático, luego de que Estados Unidos se negara a comprometerse con el Acuerdo de París para reducir las emisiones de carbono.