Revista España
La Plaza de la Alianza posiblemente sea uno de los rincones más bellos del barrio de Santa Cruz y, por ende, de la propia Sevilla.
La Plaza de la Alianza corona, por su parte más alta, a la calle Joaquín Romero Murube, una vía empedrada que acaricia un trozo del mural de la parte norte de las murallas del Alcázar.
A ella también se une, sin solución de escapatoria, el callejón donde estaba situada la casa-estudio de un torero de Filadelfia, John Fulton, el norteamericano que más amó la fiesta de los toros y que, en su entierro, y sobre los hombros de sus amigos, dio una vuelta al ruedo de la Maestranza.
A este lugar también desemboca la calle Rodrigo Caro, que abre dos flancos, uno por cada una de las esquinas de la arista sur de la plaza. Dos chorros de agua y vida desde donde surgen continuamente visitantes que se plantan, junto a la pequeña fuente central, asombrados por la belleza de este rincón que sirve de pórtico al barrio de Santa Cruz.
Pero no podemos irnos de la Plaza de la Alianza sin acercarnos al gran retablo cerámico que adorna la entrada por la calle Romero Murube. Es la imagen del Cristo de las Misericordias, titular de una de las cofradías más señeras del barrio, la Hermandad de la Santa Cruz. El azulejo se colocó allí en 1975 y, cada martes santo, a la sombra de la luna, se unen la imagen real y la pintada en el retablo con sólo unos centímetros de distancia.
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