¿Dónde está maac?
En Barcelona la programación de Pélleas et Mélisande, tras 49 años sin representarse en el Gran Teatre del Liceu, ha levantado ampollas, primero la polémica generada por su cancelación por parte de la dirección del teatro a causa de un ERE, al final fue retirado y Pélleas volvió al cartel; después la escasa afluencia de público a las representaciones, unida al regalo de entradas a troche y moche. Las razones por las que esta ópera no goza del favor mayoritario del público creo que todos las sabemos: crisis económica, ópera desconocida y difícil, escasa inversión en publicidad por parte del teatro, casi calcadito con la Medea de Cherubini prograbada en el V Festival del Mediterráneo de Valencia (sobre todo hubo huecos el día del estreno), salvo en lo tocante a la dificultad de la ópera (Medea es mucho más asimilable para un espectador de tipo medio). Este hecho nos podría servir de consuelo a los valencianos, pero no, todo lo contrario, que en un teatro histórico asentado plenamente en la actividad cultural de su ciudad como es el Liceu ocurran estas cosas (con Krol Roger ocurrió lo mismo hace dos años) es descorazonador, igual es que yo tiendo a idealizarlo, cuando en Valencia no había prácticamente ópera (de uvas a peras en el Teatro Principal y en versión concierto en el Palau) el Liceu era la referencia más cercana.
Foto del Festival de Salzburgo 1997
Dos razones me llevaron a ir a Barcelona para asistir a la ópera de Debussy, la primera y fundamental es que no se representa habitualmente, cuando a uno se le aparece la oportunidad de verla creo que debe aprovecharla y la segunda razón es que contaba con la dirección escénica personalísima de Robert Wilson, iba a ser la primera vez que iba a ver un montaje suyo en directo y tenía mucha curiosidad por ver el efecto. Él es un director integral, se encarga de casi todo: la esenografía, la puesta en escena y la luz, sólo ha dejado el vestuario, tan austero como su propuesta, en manos de Frida Parmeggiani, en un segundo plano quedaban las cuestiones orquestales y canoras.
París, 1997 - La fotografía es incapaz de captar el bellísimo efecto de causado por las barras, no capta bien la perspectiva hay que estar en el teatro para apreciarlo.
Bob Wilson ha ido creando su propia estética, y su propio lenguaje teatral y es fiel al mismo, esto tiene sus ventajas pero también un gran inconveniente, a lo largo del tiempo sus montajes, basados en el minimalismo más ortodoxo, pueden parecer repetitivos siendo prácticamente imposible distinguir unos de otros. Su producción de Pélleas y Mélisande ya había pasado este mismo año por el Teatro Real, pero su estreno se remonta mucho más atrás en el tiempo, coproducida con la Opera Nacional de París, se estrenó en el Festival de Salzburgo de 1997.
Circula por Youtube un vídeo, publicado con ocasión de la representación de la ópera en el Teatro Real, en el que se explica muy bien como su lenguaje está muy influído por el teatro Kabuki, afirma Sylvian Cambreling en este vídeo que en el teatro Kabuki " la expresión no es psicológica sino que viene del cuerpo y la gestualidad que asigna a los cantantes, a los actores, funciona muy bien con la música de Debussy"; yo pienso que además encaja también a la perfección con el drama de Maeternick. Los personajes no se tocan (sólo hay una vez en la que la parerja protagonista llega a tocarse, cuando se declaran su amor), la expresión dramática es puramente gestual o corporal y muy estática, sin embargo es evidente que hay un enorme trabajo detrás.
El espacio escénico, en la misma línea que la gestualidad, es muy plástico, estando basado en elementos muy simples: colores planos, líneas rectas y círculos, realizando un extraordinario uso de la iluminación como generadora de ambientes, perspectiva y volúmenes.
París, 1997.
Antes de ver la función tenía mis reservas, me preocupaba el hecho de que siendo en sí una ópera bastante estática el estilo de Bob Wilson resultara demasiado redundante, pero nada de eso, es la ópera ideal para el estilo de Wilson, él mismo lo reconoce, al igual que reconoce que odia el naturalismo, para él el teatro o la ópera son artificiales y es absurdo pretender hacer a partir de ellos algo natural. su pretensión es que con su puesta en escena se pueda escuchar mejor sin necesidad de cerrar los ojos. Sus propuestas desde luego, se esté o no de acuerdo, son interesantes. Y Wilson, dentro de sus premisas, respeta el libreto prácticamente en su totalidad y las licencias que se toma son insignificantes, al menos para el que esto escribe, por ejemplo, si nos paramos en la escena en la torre con los cabellos de Mélisande descendiendo y enredándose en las ramas ¿qué importancia tiene que ls espectadores no veamos el cabello de Mélisande si wilson pone todas los condiciones necesarias para que nos lo podamos imaginar? Lo mismo podemos decir del bebé de Mélisande, no se ve pero está muy presente.
Por lo tanto, estamos ante una excelente producción escénica pero que desgraciadamente no se ha visto acompañada por una interpretación musical del mismo nivel, comenzando con los cuatro papeles protagonistas, de ellós sólo Laurent Naouri, que interpretaba a Golaud, ha estado a la altura pero tampoco ha sido para lanzar cohetes, me ha defraudado un poco, quizás por la estima que le tenía por lo que había escuchado en grabaciones. El Pélleas de Jean Sebastian Bou, ni chicha ni limoná, potable, ningún problema grave ni ninguna virtud destacable. Mélisande ha sido encarnada por Maria Bayo, una soprano de timbre poco grato y con problemas en unos graves forzados y poco homogéneos, mal integrados en su organización vocal, pero la voz es la que es y contra eso los cantantes poco pueden hacer, pero es que enlo dramático tampoco ha mostrado profundización psicológica, su Mélisande es naif, demasiado leve, no es un ser sufriente, es una especie de niña caprichosa. Hubo un momento durante la función en la que recordé lo que me había dicho Joaquim mientras tomábamos un café antes de entrar: que en esta ópera están todos locos, al recordarlo casi se me escapa una carcajada, pero es que es la sensación que tenía tras analizar las distintas interpretaciones: todos grillados. Y es que tampoco John Tomlinson está para cantar el papel de Arkel, el rey es más que un personaje de carácter, de esos que suelen interpretar cantantes más o menos consagrados que han venido a menos, tiene varias intervenciones que exceden con creces de lo que se espera de un secundario, Tomlinson se agota, no puede, tiene problemas por arriba, su voz está ya muy fatigada, al mismo tiempo sorprende su potencia pero soltaba algunas frases patéticas yo creo que en un intento fallido de ocultar un vibrato ancho, aún así en lo dramático resultó muy convincente. Hilary Summers, que interpreta a Geneviève, más aún que Bayo, tenía problemas de homogeneidad e impostación, no me han gustado nada sus bruscos cambios de color. Correcta Olatz Saitua como Yniold.
Uno ya se ha viciado con la Orquesta de la Generalitat Valenciana y cometería un error si la comparara con la del Liceu, tengo que decir que de las veces en que la he escuchado es una de las que mejor la he encontrado, la dirección de Michael Boder me ha parecido acertadísima en todo momento, muy matizada, me ha hecho disfrutar muchísimo de la música de Debussy, para mí ha sido una auténtica sorpresa porque iba con muchísimas reservas.
A pesar de todos estos peros interpretativos ha valido la pena hacer el viaje, cualquier excusa es buena para visitar Barcelona, pero es que Pélleas et Mélisande es una ópera bellísima que gana en escena, Robert Wilson le saca el máximo partido, encima el viaje me ha permitido saludar la pareja de afrancesados (nunca mejor dicho), como siempre es un placer gozar de su compañía, y tambien he podido conocer a otra pareja, la de "El café de nit", lástima que cuando mejor estábamos se hiciera la hora de la representación y tuviera que salir pitando, seguro que tendremos otras ocasiones de vernos en el futuro y con más tiempo. Gracias a los cuatro por dedicarme parte de vuestro tiempo, sobre todo sabiendo que había compromisos de por medio, de verdad que me sentí alagado.