Revista Diario

Un pequeño-gran avance en la rutina del sueño

Por Sandra @sandraferrerv
Un pequeño-gran avance en la rutina del sueñoNo hay que decir que una de las cosas que más preocupan a los padres los primeros años de vida de sus hijos es el sueño. No en vano se han escrito multitud de libros, se han defendido infinidad de teorías y, en fin, han corrido ríos de tinta. Antes de que naciera mi hijo lei las dos opciones radicalmente opuestas que existían en aquel momento y creo que aun continúan siendo las principales.
A la conclusión que llegué fue que ni quería dejar a mi hijo llorar ni veía el colecho como una opción muy acertada porque me daba mucho miedo pensar en chafar a mi bebé y en mi casa no había espacio para poner una cama gigante en la que cupiéramos más de dos.
En fin, que cuando nació mi hijo, la rutina del sueño fue un completo desastre. Noches sin dormir, llantos, desesperación. Aun recuerdo una noche que me tiré en la cama abatida repitiendo como un mantra: sólo quiero dormir, sólo quiero dormir. En aquellos momentos de desesperación intenté provar dejarlo en la cuna. Me arrepiento de pocas cosas de las que he hecho con mis hijos. Esta fue una de ellas. Se durmió, sí. Pero después de dos horas berreando y acabó derrotado con las manitas agarradas a los barrotes de la cuna. Aquella imagen que me daba la cámara que tenía en mi mesita de noche no se me borrará en la vida.
Así que un día dije, se acabó, y empecé a escuchar a mi hijo y a seguir su ritmo. Durante un tiempo lo tuve en mi cama con infinidad de cojines y alfombras alrededor de la misma por si se caía. Ya abultaba lo suyo y era difícil de que lo chafáramos, más bien todo lo contrario. Cuando dejó el pecho para dormir, me acostumbré a quedarme con él a su lado en una silla mientras se iba durmiendo. Me hice con un boli-linterna e iba leyendo mientras veía como se le cerraban los ojitos. Cuando lloraba por la noche, seguía llevándomelo a mi cama.
Al eliminar los barrotes y convertir la cuna en cama, ya se acostumbró a dormirse solito pero venía igualmente con nosotros a media noche.
Ni que decir tiene que hice oidos sordos a los comentarios que me llegaban sobre mi rocambolesca e inadecuada manera de educar a mi hijo en el sueño. Pensaba en aquella noche dormido después del berrinche y me reafirmaba en mis ideas.
Y el tiempo me ha dado la razón. Hace dos semanas me senté a hablar con él y le dije que por qué no intentaba dormir toda la noche en su cama. Le di toda suerte de argumentos y enfocándolo como algo positivo, como una superación de sí mismo. Y, oh milagro, funcionó. No os miento. Aquella misma noche durmió todas las horas en su cama. Pensamos que sería casualidad. Al levantarse no os puedo describir la cara de satisfacción que tenía mi hijo. Cuando mis padres le felicitaron estaba totalmente rebosante de orgullo. Ese había sido su mejor regalo. Se había superado a sí mismo.
Mi hijo ha necesitado tres años y medio de su vida para madurar en este sentido. Otros necesitan menos, otros más. Pero lo mejor de todo es que, al margen de algún momento desafortunado como el que os he contado más arriba, mi hijo a aprendido a dormir solo sin traumas ni llantos.

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