Desde hace unos años, por iniciativa de una de mis amigas, participo en el concurso de microrrelatos de la semana cultural del colegio de sus hijos, un concurso para padres que se amplía a los amigos (categoría en la que entro yo). Este año las reglas obligaban a utilizar al menos tres palabras de una lista de términos en desuso. Todos los años he terminado finalista y éste no ha sido una excepción, aquí dejo mi microrrelato.
UN PEQUEÑO MISTERIO
Estoy muerto. No sé cómo ha ocurrido pero me he despertado dentro de un ataúd, rodeado de gente taciturna que se asomaba a mis restos para pagar sus respetos. ¿Lo último que recuerdo? Leía un libro, estaba tan ensimismado en la historia que no me enteraba de nada de lo que pasaba a mi alrededor. Podía haberse caído la habitación con el guirigay que tenían montado mis nietos que no me habría dado ni cuenta; ser un poco sordo tiene sus ventajas. La pequeña es un primor, le gusta darme a probar los manjares que prepara en la cocinita que le regalé. No comprendo cómo un juguete tan pequeño da para albergar tantísimos cachivaches, en ese mueble termina todo lo que se pierde en la casa. Ahora que lo pienso... ¿dónde andará la caja de matarratas que no encontraba esta mañana? ¡Córcholis! ¡Matarratas! Mucho me temo que acabo de descubrir la clave del misterio.