Tras el empate del Valladolid ante el Real Madrid, el Málaga aún no tiene garantizada la permanencia.
Muchos (futbolistas y entrenador incluidos) daban ya al Málaga por salvado cuando hace tres jornadas vencían al Villarreal y se establecían en la zona media de la tabla. Nada más lejos de la realidad, la permanencia era virtual y como tal, no matemática.
Y es que, tras las derrotas ante Getafe y Elche, el equipo costasoleño aún necesita sumar un punto más para no depender de cábalas y números para respirar tranquilo. Ya que de acabar la Liga con los 41 puntos que tiene en este momento, podría darse la remota opción de un triple empate a 41 puntos en la antepenúltima plaza entre Málaga, Osasuna y Espanyol del cuál saldría perjudicado el club andaluz.
Por lo tanto, cuando se hablaba ya de idas y venidas, de planificación del próximo año, cuando jugadores y entrenador se decían verdades a la cara fruto de la relajación por un objetivo logrado; ahora toca volver a enfundarse el mono de trabajo y empezar a remar con más fuerza que nunca, porque aún no hemos tocado tierra a pesar de ver la orilla ahí al lado, y aún haciendo pie hay gente que se ahoga.
Lo más escabroso de esta situación es la clara indiferencia del técnico para con el club, una vez conoce que no seguirá ostentando este cargo y, es más, ya tiene los ojos puestos en su futuro equipo. Ya imagino a ese vestuario con Willy, Duda o Weligton tirando del carro y planificando los partidos, porque queda claro que el señor Bern Schuster poco o nada más hará por el equipo, como mucho y si se da el caso, colgarse alguna medalla más tras un posible buen resultado.