Revista Literatura

Un pequeño relato. 12...bésame...

Por Beatrizcaceres1

UN PEQUEÑO RELATO. 12...BÉSAME...
Con el mar encerrado en sus retinas, Sara ve pasar la vida a través del gélido y nítido cristal...
Su mirada parece querer devorar un horizonte inalcanzable para ella. Con la pausa del animal vencido, sabedor de que todo lo que le queda son despojos y sombras de lo que una vez alcanzo a ser. Entre sus harapos, briznas ínfimas de resplandor parecen soñar con volver a renacer de sus propias cenizas.
La rodea una oscuridad de azabache, profunda, insondable. En la que ella rastrea su propio olor, busca desesperadamente el calor de su propia piel. El eco del sonido de su propia voz, enmudecida por la ausencia de palabras. 
En su vientre late palpitante...la vida. Con lágrimas de fuego lleva tatuado sobre él, el nombre de su amor. Un amor secreto, oculto entre la numeración de un código de barras. Cada noche lo recorre, tumbada en su cama, con la yema de los dedos...Intentando descifrar, hasta desfallecer de cansancio, el verdadero mensaje; que ella no consigue leer.
El susurro de sus recuerdos lucha por salir del lugar más recóndito de su mente. Sara, agotada los deja fluir ...La primera imagen nítida que alcanza a ver, son los ojos de Carlos, clavados en los de ella. Y  su boca. Una boca cargada de falsas promesas de amor, de mensajes mortales de deseo. 
No llega a comprender como su propia ceguera la empujó hacia un pozo sin fondo. De donde ahora se siente incapaz de salir, atrapada en su propio lodo. Ella, en este momento, es la personificación de la vergüenza...Su propia familia la mantiene encerrada, alejada de la visión del mundo.
Lleva ocho meses en esta situación...Sintiendo como el cielo llora por ella a través del cristal, notando como pequeñas gotas de locura empiezan a florecer en su alma. Tan sólo el movimiento de la vida en su interior es capaz de atraerla hacia la realidad.
Así tumbada, en la más absoluta soledad...empieza a sentir que las fuerzas se le acaban...
De repente una luz cegadora invade el espacio tras abrirse la puerta de su habitación con un fuerte golpe. Puede oír los gritos y sentir como forcejean...Es Carlos. Totalmente fuera de sí, se gira y al verla allí tumbada, se sienta a su lado cogiéndole las manos.
No puede parar de llorar, a la vez que le pide una y mil veces su perdón.
Sara, como puede, se incorpora en la cama...Llora a su vez, la emoción casi no la deja articular las palabras...Tan sólo alcanza a decir...
- Bésame...-.


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