El último viaje que una de nosotras hizo el año pasado, y el primero en dos años por la pandemia, fue a Sicilia. De cada ciudad nueva que visitamos siempre le llevamos a la otra un detallito, que suele ser la mayoría de las veces decorativo. En Palermo no sabíamos que íbamos a encontrar sobre esta temática, por eso nos sorprendió tanto que los únicos souvenirs existentes en toda la ciudad fueran precisamente de decoración; cabezas de moros (de las que hablaremos otro día) y piñas, ambas de cerámica en vistosos colores. Éstas últimas fueron el objeto del presente elegido, entre otras cosas por su significado, pues adornan casi todas las casas sicilianas como símbolo de buen augurio, ¿y quién no quiere un poquito de eso? Por supuesto, las piñas fueron de color rosa, como no podía ser de otra manera, pues ese color, además, nos calma el ánimo con su presencia. Buen augurio y calma... ¡No está mal para un pequeño souvenir!
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