Revista Cine

Un perro. Alejandro Palomas.

Publicado el 14 junio 2016 por Meg @CazaEstrellas

"Y es que, a pesar de lo que aprendemos, de lo que vemos, oímos, tocamos...de lo que la vida y los años nos enseñan, es imposible evitar que siga siendo el perdón, o su ausencia, la medida del amor. Cuanto más queremos, más cuesta perdonar, porque el miedo al dolor repetido es también mayor y porque cuando alguien muy querido nos falla, la vida se derrumba entera, el niño que hay dentro se queda desnudo y todo duele más."
Un perro. Alejandro Palomas.
¿ Y qué digo yo ahora de este escritor y de este libro que no se haya dicho ya? No puedo ser objetiva con él, estoy palomizada, ya lo sabéis. Alejandro retoma la historia de Fer, Amalia, Silvia y Emma a los que conocimos en "Una madre". También sabremos de Max y de R, nuevo integrante en la familia. En esta ocasión nos situamos en una cafetería por la tarde. Allí Fer espera angustiado una llamada. Pero no estará solo en la espera, y la tarde se convertirá en una jornada de confesiones y verdades liberadoras. 
Este libro puede leerse de forma independiente, si bien mi consejo es leer ambos títulos, porque en el caso de Palomas, nunca es demasiado, y es un placer empaparse de tanta sensibilidad e intensidad al narrar. Nuevamente el autor (y no solo el autor, sino también la persona) me ha arrancado sonrisas y lágrimas, y me ha robado el corazón. 

Me ha resultado muy fácil empatizar con Fer, con las ausencias, con las cosas de Amalia. Cómo no reírme, si mi propia madre me ha sacado más de una vez los colores delante del veterinario de Enzo con sus peculiares consultas y observaciones sobre el mundo animal. 

Un perro es un libro con alma. De esos que permanecen, de los que guardas para volver a sus fragmentos de vez en cuando, porque Alejandro hace que sus historias sean también las tuyas, tiene ese don para llegar y remover. Y a mí me encanta. Y quiero más, aunque sabré respetar los tiempos.
"Y es que en ese momento de mi vida yo todavía ignoraba que las respuestas a las heridas más profundas suelen llegar cuando lo que somos queda definitivamente atrás y las explicaciones ya no sirven para calmar el dolor, sino para integrarlo en lo que somos o fuimos (...) Por eso, explicar mientras dolemos es una trampa: el dolor hay que dolerlo entero, dejar que la médula se impregne de él y que el plexo se oscurezca hasta obturarse."

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