Quisieron ver rodar algunas cabezas presidenciales para sentarse a negociar. Era una línea roja, dijeron. Bueno, pues parece que finalmente ha sido blanca, y que quizá haya desaparecido en la nariz de alguien.
Setenta medidas, setenta. Inequívocamente lograrán, con la nueva sangre aportada, arreglar el colosal despropósito andaluz. Un Plan para esto y un Plan para lo otro y Programas, Programas, Programas. Otra “ventanilla única” y más “políticas activas de empleo”. Leyes Integrales y Planes Estratégicos. Luchas contra el fraude y rebajas de impuestos. En esto se resumen las 17 medidas económicas del Pacto. Medidas que, como claramente se puede apreciar, son completamente novedosas.
El resto incide en los términos regeneración y cohesión: 37 medidas sobre regeneración democrática y 17 sobre cohesión social que solo vienen a incrementar el alto nivel de vana palabrería con el que a buen seguro nos acosarán en los próximos días.Las revoluciones desde arriba suenan a música celestial pero tengo tanta fe en ellas como en la virginidad de María. Que se hable de cambio y regeneración apoyando a quienes llevan más de 30 años gobernando Andalucía y han mostrado más que sobradamente su incapacidad para la gestión de lo público –no siendo el caso en lo privado- no deja de ser una agria broma que nos obsequian quienes dijeron venir a hacer una política distinta. Pues ha resultado que no, que Ciudadanos, Marín y Rivera representan esto exactamente: más de lo mismo.Afirma Juan Carlos Monedero en su Curso urgente de política para gente decente que “la diferencia entre el cinismo y la ironía es que el irónico quiere educar y, además, arriesga, mientras que el cínico busca algún tipo de privilegio pero no quiere que se le note”. Pues por una vez, y quizá sirva de precedente, estoy de acuerdo con el teórico bolivariano.Ciudadanos, como Ishtar, se va despojando de sus velos y con ese desnudarse vamos viendo lo que hasta ahora tenían, no diré escondido, sino oculto. En este eterno bienio de siega electoral deben andar con pies de plomo y no causar la impresión de aquel personaje de Beckett de “ser ligeramente más estúpido que malo”.