Revista Cultura y Ocio

un plan “B”

Por Aceituno

Hay algo inquietante en esta imagen, algo que nos hace sospechar que hay gato encerrado, que esa mirada no es normal y no puede ser que esté dirigida a nosotros. Sería demasiado profunda. Una mirada de gángster de Europa del Este con la nariz rota, esa especie de chaqueta de chandal y la mano en el bolsillo como a punto de sacar un arma.

Pero el fotógrafo no vio nada de eso en el momento de la toma. El fotógrafo solo vio el interesante movimiento de esas hojas cuando el charco se agitaba un poco, así que se apostó en un lugar cómodo, midió la luz, eligió el encuadre, enfocó con precisión, disparó una foto de prueba y una vez comprobado que estaba todo perfecto, esperó a que pasase alguien por allí para que su reflejo llenase un poco la imagen y acompañase a las hojas del árbol. Sin esa figura humana, a la foto le faltaría peso, seria demasiado débil y no tendría carácter.

Claro que lo que el fotógrafo no podía imaginar es que la persona que pasara iba a mirar directamente al objetivo de la cámara a través del charco. Esa simple mirada lo cambia todo y le da un carácter diferente a la fotografía, hace que cuente una historia: ya no son algunas hojas en movimiento así en plan zen, formando una imagen poética perfecta para acompañar un par de versos minimalistas. Ahora hay de por medio un tipo duro, recién llegado de la estepa siberiana, armado y peligroso, con una misión por cumplir y que nos encara directamente, sin pestañear y sin inmutarse mientras empuña su arma en el bolsillo. Y encima el coche ahí al lado, perfecto para que el gángster termine el trabajo y salga huyendo porque como además es un día lluvioso será todo más confuso, habrá más tráfico y a la policía le costará más trabajo dar con él, así que seguramente logrará llegar a la estación y escapar, o tal vez podrá coger la autopista y cambiar de coche en alguna gasolinera de las afueras, o esconderse unos días en un piso franco del centro. No sabemos cuáles son sus planes, pero seguro que los tiene porque nadie va por la vida disparando gente sin tener un buen plan de huida, un buen plan y un buen plan “B” e incluso “C”. La buena noticia es que todo esto ocurre al lado del Hospital, así que al menos tendremos una posibilidad de salvar la vida, seguramente porque el gángster solo quiere asustarnos pero no matarnos del todo, porque si quisiera ya estaríamos fritos, que ya sabemos todos la magnífica puntería que tienen los asesinos de la Europa del Este y así, además, seguramente los policías no le buscan con tanta determinación.

Aunque ahora que lo miro con más calma, parece que el tipo en realidad tiene los ojos cerrados. Si fuera así ya no tendría ninguna historia que contar, sería una foto mediocre, de esas que uno borra porque el sujeto salió con una expresión poco fotogénica. Toda una desilusión.

Por suerte no lo podemos saber. O a lo mejor sí podemos pero no queremos. Es mejor que mantenga esa mirada fría hacia nosotros, así somos, por unos segundos, protagonistas de una película de espías.

Aunque nos disparen. Da igual.

La aventura es la aventura.


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