La factoría “Disney” está perdiendo esas señas de identidad que durante décadas le hicieron mundialmente popular. Al haber ampliado desde hace años su oferta a otros géneros más diversos, ha sobrepasado su vinculación al cine infantil y de animación. En la actualidad abarca estrenos de ciencia ficción, aventuras y acción, y los pequeños de la casa han dejado de ser su público principal. Ha adquirido la saga de “Star Wars”, ha entrado de lleno en el mundo del cómic y se ha asociado con productores como Jerry Bruckheimer, un peso pesado en la puesta en marcha de megaproyectos trepidantes y superproducciones desnortadas en lo que al ritmo narrativo se refiere. Todo parece indicar que el periodo de la infancia es cada vez más breve y que los niños dan el paso a la adolescencia prematuramente. Y lo cierto es que los responsables de Disney parecen querer adaptarse a estos nuevos tiempos en los que la inocencia y la ingenuidad de la niñez ya no son lo que eran. Tal vez por ello, cuando la célebre productora ha vuelto a apostar de repente por una película netamente infantil, con su magia y su fantasía, con sus brujas y sus hadas, y con una notable carga de buenas intenciones, transmite la sensación de sentirse desubicada y deja al descubierto una de serie carencias a la hora de regresar a su especialidad de antaño. Resulta difícil saber qué fue primero, si el huevo o la gallina. Quizá sean los propios espectadores quienes hayan cambiado de mentalidad. O, por el contrario, sean los directores y productores los que ya no sean capaces de captar la esencia de esa cinematografía creada para las edades más tempranas. O, simplemente, sea que yo esté envejeciendo y no tolere como antaño decorados prefabricados ni hechiceras voladoras dentro de universos imaginarios. Sea como fuere, la visión de “Un pliegue en el tiempo” me parece desafortunada, artificial, carente de gracia y ausente de sentido. Prefiero pensar que no soy yo, ya que me siguen fascinando algunas recreaciones pertenecientes al mundo infantil, como Peter Pan, conservo cierta propensión a la fantasía y reviso periódicamente algunos títulos como “La princesa prometida” o “Pesadilla antes de Navidad”. Por lo tanto, el problema de “Un pliegue en el tiempo” debe radicar en que sus artífices no han sabido contar una historia apta para todos, aunque con un marcado acento infantil. Cuenta la historia de un científico que desaparece de forma misteriosa mientras trabaja en un enigmático experimento. Su hija decide ir en su busca y para ello viaja con su hermano pequeño y un amigo a través del tiempo y del espacio. En su aventura, los jóvenes contarán con la ayuda de tres damas mágicas: la filosófica “Señora Quién”, la inquisitiva “Señora Qué” y la líder de todas ellas, la “Señora Cuál”. Con una estética mejorable, un ritmo cuestionable y una inadecuada dirección de actores, el visionado chirría casi en cada escena. Se trata de un producto alejado de este tiempo, con unas interpretaciones excesivamente teatrales y una narración forzada. La permanente sensación de que todo es postizo y fingido lastra irremediablemente un proyecto que, probablemente, gozó de muy buenas intenciones cuando comenzó a elaborarse. La protagonista es la niña Storm Reid, vista en “12 años de esclavitud”, a quien acompañan dando vida al trío de señoras Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling. También forman parte del elenco Chris Pine (“Star Treck”) y Michael Peña (“Crash”). Unas y otros se ven afectados negativamente por la falta de acierto al plasmar las imágenes y al contar cinematográficamente la trama.
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Datos del film:
Título original: A Wrinkle in Time
Año: 2018
Duración: 109 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ava DuVernay
Guion: Jennifer Lee (Novela: Madeleine L'Engle)
Música: Ramin Djawadi
Fotografía: Tobias A. Schliessler
Reparto: Oprah Winfrey, Reese Witherspoon, Mindy Kaling, Storm Reid