Revista Cultura y Ocio

Un poco de música suave

Por Aceituno

Aparece gente nueva siguiendo este blog. Supongo que será algo normal pero a mí no deja de sorprenderme, la verdad. Nunca pensé que tendría tanta gente leyendo lo que escribo porque, seamos sinceros, esto es un puto bajón. Tampoco es que seamos miles, pero en menos de seis meses ya son casi 300 seguidores, lo cual es bastante más de lo que imaginaba al principio. Mi punto es que me sorprendo cada vez que aparece un seguidor nuevo y me preguntó cómo llegó hasta aquí y qué fue lo que encontró para quedarse. No sé. Debe ser que son textos cortos que se leen rápido y siempre van acompañados de tres o cuatro fotos medio vistosas. También puede que haya quien considere interesante el fondo, el contenido de la cosa y eso tampoco me extrañaría mucho porque, modestia aparte, entiendo que no siempre se tiene a mano el testimonio diario y sincero de alguien que padece un cáncer tan grave como el mío.

Cuando empecé quería decirle al mundo mi verdad, contarle acerca de mi rabia y de mi sentido de la injusticia. Quería simplemente construir una pequeña plataforma donde poder subirme sin pedir permiso a nadie y desde la que pudiera lanzar ese grito desgarrador en dirección al sol, a la inmensidad del mar, al universo y a la puta madre que los parió a todos. De alguna forma creía que siendo sincero y constante podría canalizar mejor mis emociones y dar rienda suelta a la creatividad, sentirme vivo y esas cosas. Los doctores de la cabeza estuvieron de acuerdo: psiquiatras, psicólogos y médicos antroposóficos coincidieron en que era buena idea y sin duda beneficiosa, de manera que me puse manos a la obra y poco a poco fui construyendo este lugar.

A estas alturas ya es mucha información porque he subido un post casi cada día y lógicamente la cosa ha evolucionado y se ha convertido en un espacio donde empieza a caber la idea de “compartir”. Piensen lo lejos que estaba ese concepto cuando me subí en mi pequeña plataforma dispuesto a gritar. En aquella realidad la posibilidad de compartir era nula, más bien todo lo contrario porque mi rabia incluía a casi todo el mundo. Pero poco a poco me he ido empapando de la energía que me devuelve la red, he visto que es una estupidez gritar por gritar, que no sirve de nada quejarse todo el tiempo y que tengo que aceptar que si me ha tocado vivir esta vida pues me aguanto, la vivo y además sonrío, que siempre hay gente que está peor que yo y que sería demasiado injusto por mi parte encerrarme y renunciar como un idiota a lo poco (o lo mucho) de vida que me quede por vivir.

Así que una vez más tengo que dar las gracias a todos los que entran aquí y leen lo que escribo. Realmente están siendo una tabla de salvación. Es una verdad como un templo que en esto de la lucha contra el cáncer todo el mundo suma y aporta su granito de arena. Ojalá estos textos pudiesen llegarle a gente que esté en situaciones parecidas a la mía porque creo que les servirían de mucha ayuda, igual que me están sirviendo a mí.

Ahora mismo, aquella plataforma en la que me subía sin pedir permiso a nadie para gritar de rabia y dolor, se ha convertido en una preciosa terracita desde donde contemplar el atardecer disfrutando de una buena charla y un poco de música suave.


Un poco de música suave


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