Si nos acercamos a La Latina es muy recomendable dedicar un tiempo al Museo de los Orígenes. En su interior sobrevive un pozo en el que, según la tradición, San Isidro obró uno de sus múltiples milagros
Madrid tiene repartidos por su mapa una incontable colección de elementos urbanos que hablan de su pasado y de su tradición. Ha sido y es uno de mis pasatiempos preferidos en la capital, ir topándome con estos testigos mudos de su historia. Encontrármelos, algunos de forma premeditada y otros de manera casual, e indagar sobre ellos. En esta ocasión quiero hablaros del Pozo de San Isidro que todo quien quiera puede ver, de manera gratuita, en el Museo de los Orígenes.
Cada vez que me acerco por ese fabuloso espacio que conforman la Plaza del Humilladero y la Plaza de San Andrés, en La Latina, mis pasos de manera instintiva me dirigen a este museo en el que, cada vez que lo recorro descubro un nuevo secreto. Su situación y vinculación con el patrón de Madrid no es aleatoria ya que se levanta en el solar que siglos atrás ocupó la Casa de los Vargas, familia poderosa e influyente del Madrid medieval y para la que trabajó San Isidro como sirviente, lugar por tanto en el que trabajó, vivió y falleció el Santo. Hoy la muestra se ubica en un fabuloso palacio del Siglo XVI.
A San Isidro se le atribuyen, nada más y nada menos, que 438 milagros de los que curiosamente cuatro están relacionados con la existencia de pozos. Muchos de estos actos han llegado hasta nuestros días, transmitidos de manera oral, no obstante a la amplia mayoría resulta imposible ubicarlos en el espacio. Sin embargo, si visitamos este más que recomendable museo, en una de sus últimas salas, en una pequeña estancia de aspecto austero, vemos el brocal de un pozo, hoy cubierto con una mamara por motivos de seguridad. En él tuvo lugar el milagro en el que San Isidro salvó a su hijo de morir ahogado.
Según la tradición, mientras el hoy patrón de Madrid se encontraba labrando el campo, en casa quedaron su mujer, Santa María de la Cabeza y su hijo Illán. En un descuido de ésta el niño se precipitó al interior del pozo, de 27 metros de profundidad, abocándolo a una muerte segura. Cuando San Isidro llegó se encontró a su esposa desesperada y lamentándose por la desgracia ocurrido. En ese instante San Isidro comenzó a rezar a la Virgen de la Almudena con alta dosis de fe para que intercediese por su hijo, y así fue. En aquel instante comenzó a subir el nivel del agua hasta que el niño salió, sano y salvo, a la superficie. De esta forma San Isidro pudo salvar a su hijo.
Por secretos como éste me enamoré de Madrid, porque cualquier día paseando sin rumbo uno es capaz de toparse con un aparente anodino pozo detrás del cual se escribe una fascinante historia que luego, cada uno será libre de creer o no, pero que está ahí y eso ya, es mucho. En este enlace os dejo información con el horario de visitas del Museo de los Orígenes y de regalo, os incluyo el cuadro "El Milagro del pozo", de Alonso Cano, de 1648. Obra que se puede admirar en el Museo del Prado y en la que aparece nuestro protagonista de hoy y donde se refleja el ya mencionado milagro de San Isidro.
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