El saldo político del presidente Trump en estas últimas semanas es victorioso. No sólo ha ganado la partida a México con el tema de los aranceles y la inmigración, forzando al país vecino a adoptar medidas urgentes para detener la marea de inmigrantes ilegales que cruzan su territorio, sino que además ha pronunciado uno de los mejores discursos de lo que va de año durante el acto de conmemoración del 75º aniversario del desembarco de Normandía, donde ha mostrado su talla de hombre de estado. Un discurso alabado por la mayoría de las fuerzas políticas y medios de comunicación, al igual que su victoria en la estrategia para forzar a México a tomar cartas en el asunto de la inmigración, forzados por la amenaza de los aranceles.
Al igual que las tropas norteamericanas en la Segunda Guerra Mundial, que fueron determinantes en la victoria aliada, el discurso de Trump en el 75 aniversario ha marcado un punto de inflexión importante en este primer mandato presidencial. Ha supuesto un espaldarazo a su talla presidencial y ha ganado muchos puntos de cara a la opinión pública, que cada día descubre los valores de liderazgo que un presidente debe tener, y que Trump está demostrando de sobra.
El presidente, lejos de dejarse arrastrar por la táctica demócrata de extender sin límites el procesamiento político sin fundamento, ha optado por ofrecer victorias claras y contundentes a los estadounidenses.
Victorias en forma de economía próspera, el boom de empleos, la subida de salarios, de control de la inmigración ilegal, de opciones de salud más asequibles y completas, de discursos más conmovedores, de negociaciones comerciales más astutas y de políticas más flexibles y realistas.
Esta apuesta por ofrecer resultados positivos está proporcionando buenos rendimientos de popularidad al presidente, que ha visto incrementar sus niveles de aprobación general hasta el 54% o el 60% y subiendo en todas las encuestas.
Unos niveles de aprobación que crecen en todos los sectores sociales: blancos, negros, hispanos, asiáticos, hombres, mujeres, millenials, clase media, clase superior y clase media baja. Los datos de los sondeos de Rasmussen, Zogby, CNN, Fox, Harvard, etc, son extensos y prolijos hasta para aburrir a un erudito o ratón de biblioteca, y todos tienen en común el ascenso de Trump en las valoraciones de los ciudadanos.
Los resultados positivos que ofrece el presidente están ayudando a derribar la imagen falsa que habían creado los medios progresistas en torno a Trump, centrada en incompetencia, radicalidad, etc, y está siendo sustituida por una imagen mucho más cercana a la realidad: un presidente que cumple sus promesas, que está demostrando cualidades y dotes de liderazgo presidencial, inteligente y luchador cuando debe serlo.
El presidente Trump victorioso de estas semanas es el que se presenta como candidato a la reelección en 2020, con enormes posibilidades de salir reelegido en un masivo landslide.
Al luchar contra el establishment demócrata y sus intentos de dañarlo por cualquier medio, Trump revierte la situación de forma astuta. Cada día es más evidente la manipulación a la que se agarran los demócratas y algunos medios, y cómo el presidente lucha contra un establishment corrupto que sólo busca el poder sin importarle el bien de la gente y del país.
Y es que esta es otra de las grandes victorias de Trump: está logrando que se vea con nitidez que es un presidente que gobierna en el interés del pueblo estadounidense y del país. Filias y fobias aparte, cualidades o defectos a un lado, este es el mensaje que llega con fuerza a los ciudadanos. Trump es la voz del pueblo en la Casa Blanca. Un presidente victorioso que hace de Estados Unidos un país mejor del que encontró.