La población de una localidad a 33 kilómetros de Badajoz ha decidido en referéndum mantener el nombre que recibió cuando lo fundó Francisco Franco hace sesenta años: Guadiana del Caudillo.
No votaron todos los posibles electores de sus 2.503 habitantes, pero sí un porcentaje elevado: 495 quisieron que permaneciera el recuerdo del Caudillo y 310 se opusieron en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, que exige erradicar cualquier honor al dictador.
Un pueblo franquista que tiene elecciones democráticas como cualquier otro desde 1977. De los cinco miembros del consistorio el alcalde y dos concejales son del PP, y otros dos concejales del PSOE, que no hicieron una campaña agresiva contra el mantenimiento del nombre.
El por qué lo señala el mismo PSOE en su web local: dice que debería haberse cumplido la ley, pero que como allí todos son familiares, vecinos y amigos tenían que evitar enfrentamientos.
Sabia postura que recordaba la de los políticos de la Transición, cuando trataban de entenderse y no desafiarse.
En Guadiana (del Caudillo) los socialistas seguramente no odian a Franco porque fueron el escaparate de su régimen desde los 1950, cuando reunió a unas 7.500 familias de jornaleros extremeños, construyó por la cuenca del Guadiana una quincena de pueblos, y los envió a ellos como colonos.
Era su España idealizada, que rivalizaba con los kolkhozes en los que metían los soviéticos a sus campesinos. “Mis pueblos son mejores”, decía Franco, y resultó que sí.
En otros lugares había represión, pero en aquellas tierras recuperadas por el Plan Badajoz, con sus pantanos y pequeñas industrias agroalimentarias estaba lo que el dictador quería dejar como memoria.
Y esta vez Franco le ganó esa memoria a la Ley elaborada por Zapatero como memoria de su abuelo fusilado por Franco.
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SALAS