Revista Cultura y Ocio

Un pulso entre agentes policiales

Publicado el 02 mayo 2013 por María Pilar @pilarmore
Para la lectura colectiva de "La Acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Un pulso entre agentes policiales

Lectura de Primavera: "La marca del meridiano"


El agente 007 Se presenta con el apellido antes que el nombre: Bond, James Bond. Representa la elegancia británica. Es un perfecto caballero inglés amigo de las cartas, las copas y las señoras. Toma dry martins con vodka y puede beber lo que quiera sin perder el pulso. Revienta en el asfalto  un Aston Martin si así lo marca el guion.  No ama, folla con las mujeres más bellas —Úrsula Andress en bikini—. Su carrera está llena de éxitos que marcan su brillante trayectoria. Es capaz de pegar un tiro sin despeinarse. Sale indemne de todas las batallas porque el barniz que le protege le hace carecer de sentimientos, solo cumple con el papel para el que ha sido programado. Sabe que es el único que salva al mundo cada poco tiempo de un villano. Tiene cuerda para rato porque no cumple años.
El brigada Rubén Bevilacqua La ironía es lo que le ha ayudado a sobrevivir en ese mundo carente de sentido del humor. Hace bromas hasta con su propio nombre: Rubén Bevilacqua, conocido como Vila. “Soy sudaca de nacimiento, lo de la españolidad es un aprendizaje a posteriori”. El deber, incluso el más fastidioso, no tiene nada de opcional para él. Así entiende la vida porque se sabe picoleto, aunque se vaya pisando las ojeras. Con las restricciones que tienen en la unidad, usa vehículos requisados. Es un viejo zorro que sabe esperar a que escampe, los cafés le mantienen despierto en esas esperas. Aunque, después de comerse marrones a espuertas y lograr algún éxito, a veces, le arrastra una desazón peligrosamente colindante con la tentación de pedir la baja en el cuerpo. Pasa estrecheces económicas. Está divorciado, paga hipoteca y se encarga de su hijo adolescente. Con él va al cine los sábados, cenan en casa y salen a correr juntos la mañana del domingo. Planes de fin de semana que se van al garete ante la llamada de un inspector. Sabe que es un privilegio disfrutar de una pobreza moderada, garantizada por todos los impuestos de la ciudadanía en un país con 6,2 millones de parados. Es lector de novelas, lleva siempre su Macbook que se ha pagado de su bolsillo y es capaz de distraerse con música, alguna película y después dormir. El tiempo va pasando por él de forma inmisericorde, está al filo del medio siglo y su conformidad con la vida sería mayor si hubiera encontrado alguna caritativa mujer que lo soportara. Las crueldades a las que se enfrenta lo sobrecogen y siente que el pulso se le detiene. Cree en el tesón y el talento más que en la suerte. Reconoce que en su trabajo no siempre se hacen las cosas con la más pura ortodoxia y siente estupor ante la corrupción de sus compañeros. Agradece que la oscuridad de la noche sirva para ocultar sus lágrimas de viejo caimán. Despierta con jirones de sueño enredados en su mente. Carga con reveses de los que cuentan y mejor no llevar espejo retrovisor sobre su espalda.
¿Con cuál de los dos os quedáis?

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