Un ratito con mi abuel@ es una serie para todos vosotros pero sobre todo para ellos, los mayores. Un espacio donde plasmar ese ratito que tanto valoráis y que tanto disfrutáis con vuestros abuel@s y gracias al cual ellos, disfrutan de sus nietos y de hacer aquello que tanto les gusta y tan bien saben hacer.La vida está llena de momentos, de detalles, y esto es lo que alimenta nuestros buenos recuerdos. Recuerdos que, ligados a ellos ocupan los primeros puestos de los más bonitos y trascendentales de nuestras vidas. Abuel@s que reviven la maternidad y la paternidad con los nietos y les crían con infinita ilusión y devoción, ellos, que cuando estamos metidos en nuestras rutinas lo pagan con soledad pero nunca nos lo tendrán en cuenta.Dediquémosles ese ratito que tanto disfrutamos junto a ellos y compartamos el orgullo de nieto mostrando sus habilidades en la cocina, manualidades, jardinería, carpintería o cualquier actividad que se les dé especialmente bien.
Abrimos esta serie con Vanessa y con "Una merienda muy especial"
Son tantas las veces que mis abuelos me han hecho la merienda que no podría contarlas, y necesitaba devolverles el favor.
Cuando era pequeña en el pueblo de mis abuelos, Valdeolivas, era típico comprar masa de pan en la tahona y hacer “Palpartas”, y ya fueran para el desayuno o para la merienda, había que estar muy temprano en la panadería y encargarla el día de antes para poder llevarte ese tesoro a casa.
Recuerdo con cariño como mi abuela me despertaba para que fuera a comprar la masa y me daba 100 pesetas diciéndome, ‘corre que tenemos masa encargada ’, y yo me levantaba de un brinco para ir corriendo a la tahona. Ella siempre me daba dinero de más para que me “comprara unos chicles” y todavía en la actualidad sigue dándome calderilla del monedero para lo mismo. Volvía de la tahona con el preciado tesoro en la mano y cuando llegaba, mi abuela ya tenía todo listo para prepararlas, la mesa enharinada y la sartén bien caliente. Sacábamos la masa de la bolsa, hacíamos pedacitos, los boleábamos, estirábamos y a la sartén. Se ponían a escurrir en un papel absorbente y se les echaba rápidamente el azúcar. Y listo, ya estaban las deliciosas “palpartas” que nos gustaba presentar en torres altísimas y recientitas para comer.Sin duda no había peor amenaza que cuando te decían tus abuelos ¡Pues esta tarde no meriendas “palpartas”!Ahora ya mayores, y con muchas dificultades para ir de nuevo a su pueblo, hacía años que ni ellos ni yo las comíamos, y me decidí a experimentar en la cocina y conseguir la deliciosa masa por mis propios medios; y eso hice, preparé la masa, la metí en una bolsita exactamente igual que la que me daban en la tahona, y me presenté en casa de mis abuelos. Sus caras fueron el mejor regalo del mundo, su sorpresa por una visita tan dulce, con el delicioso olor de la masa y la levadura en el ambiente. Rápidamente mi abuela dispuso todo en la cocina para freír la masa, y como siempre yo estiraba la masa (que después me corregía disimuladamente) y ella las freía y ponía el azúcar. Ha sido muy gratificante acercarles a casa un trocito de mi infancia en su pueblo en forma de dulce, y recordar juntos mis pericias veraniegas.
Receta para unas 13 “Palpartas”:350 gramos de harina de trigo225 gr de agua templada5 gramos de levadura química5 gramos de sal.En un bol grande poner la harina y la sal. Mezclar el agua con la levadura para que se disuelva, y añadir al bol dónde teníamos la mezcla de harina y sal. Remover todo con una cuchara de madera hasta que todos los ingredientes estén bien integrados. Cubrir el bol con papel film y dejar reposando para que fermente al menos dos horas (puede ser más tiempo si se quiere).Una vez reposada, sólo tendremos que hacer pequeñas porciones de masa, bolearas, estirarlas como si fueran pequeñas bases de pizza, ponerlas en aceite bien caliente, sacarlas a escurrir a un papel absorbente y añadir el azúcar al gusto.Y os invitamos a todos a que dediquéis ese ratito con vuestros abuel@s y lo compartáis con nosotros en Serendipity-psico. Envía tu ratito a [email protected]