Era espectacular ver pasar a las grullas y, a la vez, un divertido entretenimiento. Salíamos de la escuela para verlas pasar. ¿Cómo podían oírse los graznidos desde tan alto?.

Y comenzaba el juego intentando adivinar las letras que iba formando la bandada de grullas a su paso: "Esa es una A, no, es una M. Mira, ahora han hecho una S. Y ahora hacen una O".

Era una gran sensación. Nos quedábamos mirando absortos las formas que dibujaban en el cielo, unas veces de color blanco y otras de color gris oscuro, según planearan de un lado o de otro.
Este año he tenido la suerte de volver a ver el paso de las grullas, aunque las bandadas no son tan grandes como las que veíamos de pequeños. Pero ha sido para mí una nueva emoción, volver a recordar momentos de la infancia y sentir una renovación, casi espiritual: sentir que la vida sigue adelante, el mundo sigue adelante.
Las grullas vuelven a pasar cada año

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