Recuerdo esos días como si fuera ayer... Una niña menuda y delgaducha, con tirabuzones oscuros, ojos grandes y uñas pintadas de rojo, que corría a refugiarse bajo las faldas de una mesa camilla... Un lugar desde el que jugar a ser invisible, un lugar desde el que hacerse de rogar a la hora de la comida, un lugar desde el que planear un futuro de infancia y soñar... Soñar y soñar sin parar, con los ojos abiertos, y ahogase en una piscina de lágrimas saladas, aquella niña de agua, llorica de nacimiento y sensible de alma, se escondía cada día tras las faldas de una mesa camilla...
Diario Dibujando, Perez Guerrero
Así era yo a mis cinco años, y contando con mi imaginación desbordante como aliada, la mesa camilla y sus faldas me servían de improvisado e infranqueable escondite cada día... De sobra, sabía mi madre adonde tenía que ir a buscarme cuando dejaba de oirme, pero siempre, tardaba un poco más de lo normal en encontrarme, quizás, para no romper la magia de aquel, mi rincón especial, que me hacía invisible sólo a mis ojos y a los de unas faldas verdes, de suave terciopelo...Nunca es demasiado tarde, para tener una infancia¿Te apuntas?