Blanca estaba metida en la cama muy tapada a pesar de ser un día espléndido del mes de Abril. La luz entraba por la ventana y una ligera brisa movía las cortinas del dormitorio hinchándolas y desinchándolas. De Blanca sólo se veía la cabeza pequeña, redonda y desnuda, acariciada por el viento fresco.Miraba las cortinas todo el tiempo porque ese ir y venir le traía el trino de los pájaros, las voces de los niños, los saludos entre los vecinos...la vida.
Todas las mañanas esperaba así hasta que oía la llave en la cerradura de la puerta y entraban sus padres. Cada día, uno tras otro, recorrían treinta kilómetros para llegar allí y prepararle el desayuno,que le llevaban a la cama, animarla después a levantarse, arreglarse un poquito y dar un paseo. "Tienes que andar, cariño.¿Hoy no puedes? Bueno, pero mañana sí". Y Blanca, obediente, se ponía su peluca o su pañuelo y agarrada del brazo de sus padres comenzaba otro día,unas veces mejor y otras peor.
Por la tarde llegaban sus hijos y su marido a seguir con la tarea de los padres. Éstos regresaban a su casa a descansar, más psicológica que físicamente. Unos hijos esforzándose por estar alegres como ella les pidió el día más duro de su vida y el momento más duro dentro de ese día cuando les contó el diagnóstico ya seguro. "No lloréis, esto va a ser muy difícil, lo vamos a pasar todos fatal, pero os prometo que va salir bien; quiero que sigáis riendo, haciendo vuestras cosas, y tú Pedro, que sigas cantando bajo la ducha". Por la noche dentro de esa misma cama en la que ahora esperaba, Blanca lloró con su marido. Los dos abrazados.
No sólo sus hermanos, sino tíos, primos, amigos, suegros, cuñados...todos le demostraron su cariño, y ese amor tan grande la empujaba a ser fuerte y a seguir; aunque seguir no fue fácil, pues supuso días de pánico, de no puedo más con lágrimas en los ojos, pero también de aceptación y optimismo.
Días antes Ricardo entró en su casa e inmediatamente se dirigió a su mujer enseñándole una revista que llevaba en la mano. Un artículo hablaba sobre un ensayo con un tipo de cirugía especializada en la enfermedad que padecía la hermana de Mercedes, su mujer. Buscaban voluntarios para participar. Lo leyeron despacio una y otra vez Era una operación muy complicada y arriesgada. Además, no sólo era la cirugía, sino que iba acompañada de un tratamiento muy agresivo durante la operación. El caso es que el artículo ponía por las nubes el trabajo del cirujano especialista. "Tiene que hacerlo" dijo Mercedes. " Merche no puedes decidir por ella. Sólo coméntaselo, ella sabe que lo suyo no tiene buen pronóstico". Sí, claro que lo sabía, pero...
Blanca escuchó atentamente mientras se iba apoderando de ella un desasosiego y angustia terribles. Sólo dijo: "Sí , vale. Lo tengo que pensar". Y lo pensó durante horas, aunque desde el primer momento sabía, en el fondo, que iba a hacerlo ¿Qué prefería, vivir unos meses, quizá algo más con suerte, pero siempre enferma y con tratamientos, o arriesgarse a morir en un solo día , o en tres, pero teniendo la opción de que si vivía iba a ser una verdadera vida? Estaba claro; pero tenía miedo. Y nadie la podía ayudar, nadie podía decidir por ella. Esto era ser libre : El poder elegir y decidir como actuar. Sí, pero ese lado de la libertad, como casi todo,tiene su cara y su cruz. La libertad nos deja escoger, lo que es un don, pero también conlleva una enorme responsabilidad.En este caso la responsabilidad de su propia vida.
Por fin le notificaron que cumplía todos los requisitos para que la operación fuera un éxito. Al cabo de un mes entraba en quirófano.
Blanca recuerda abrir los ojos todo lo que le permitía su cara inflamadísima, ver al Doctor con mayúsculas, como dentro de un sueño,y oírle decir: "Todo ha salido bien. Ahora mismo estás curada". Recuerda esbozar como pudo una sonrisa y volver a cerrar los ojos.
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