En el resumen que me remite desde León el palentino Julián González Prieto, sobre su último libro, donde se aborda la traslación de los restos de San Isidoro desde Sevilla a León, escribe: "Fue una aventura, tan apasionante como olvidada, protagonizada por figuras ignoradas de un Reino silenciado."
En esa corta frase hay un mundo, lo que venimos contando de acá, trasladado a otra parte de la sociedad, allá, de la que dependimos en otros momentos de la historia: olvido, ignorancia, silencio. Pero hay muchas voces autorizadas e investigadores de prestigio que la cuentan y mi intención en este espacio es resumirles en muy pocas palabras lo que he visto, lo que me ha impresionado, lo que me ha emocionado y lo que necesito ver de nuevo para rescatar cuando menos un capítulo de esa vida que bulle en esta ciudad a 87 kilometros de Guardo.
Como la sensación que me ha provocado recorrer las venas de su tan renombrado Barrio Húmedo, esencia de su densa historia con sus plazas irregulares y sus calles estrechas y empinadas. Yo vine a este barrio de León con veinte años, a cantar de Castilla, que era una provocación entonces, movido por otras sensaciones, en otras circunstancias, y tengo buenos recuerdos, pero necesito volver porque, a mi edad,en mi caso, lo que me llama es conocer las historias de ciudades y pueblos, qué artífices levantaron sus murallas y templos.
Qué curioso, todo lo que hoy admiramos, esas grandiosas obras de arte que nos dejan boquiabiertos, a nosotros que tanto manejamos el futuro y que tanto protagonismo reclamamos para todo lo que hacemos, fue levantado por personas anónimas, artistas que a los sesenta años ya eran viejos o habían muerto.
Alli mismo, en la divisoria del casco antiguo con la ciudad moderna, a la vuelta de la Basílica de San Isidoro, se encuentra el pub de La Lola, el papá de los Café Quijano, que agrada a muchos y despierta odios y controversias de otros en tripadvisor. Uno no puede venir a esta ciudad con ninguna inquina hacia nadie, por lo mismo que no puede negar la grandiosidad de La pulchra leonina, una de las más hermosas y perfectas catedrales góticas, cura también contra el olvido y la ignorancia de siglos.
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