dentro de la maceta de cristal
que olvidaste a los pies del piano,junto a la pared, bajo el cuadro rojo.Aquella artificial palabra perdiósu eco satinado. Luego,llegó el frío marmóreo yrecordé tus elogios en públicocomo si de ruido se tratara.Junto a la lámpara, seguía elpunzón negro que me ayudóa romper el silencio, entonces,sentí crecer un pequeño huevode codorniz en la garganta.Texto: Mercedes Solsona GuillénRevista Cultura y Ocio
Hundí sin prejuicio tu te quiero