Revista Coaching

Un ronroneo de gato, cada día

Por Mbbp

UN RONRONEO DE GATO, CADA DÍA

A veces pienso que seguramente soy un gato no tan especial como creía! ¿O sí lo soy? Es verdad que mis principios son firmes y que busco -y encuentro- el sentido a todo lo que hay y siento hoy en mi vida… y solo esto, en un mundo de locos, te hace sentir especial! Eso me permite vivir en paz y sentir el amor siguiendo los designios de mi interior y así aceptar todo lo que la vida me ofrece, por inesperado que sea! Pero también es verdad que, a ratos, mi día a día interfiere en mi manera de ver y de vivir mi vida! En un mundo en que lo inmediato, lo tangible y lo meramente externo ocupan gran parte de nuestra mente, a veces cuesta ver las cosas desde dentro, con su adecuado tempo y su sentido propio, aceptándolas tal como son! ¿Es posible que, en ciertos momentos, ese camino firme y trascendental hacia mi mismo y mi felicidad cotidiana, necesite señales simplemente humanas y externas para recordarme que vale la pena seguir en él?

A ratos -lo reconozco- me cuesta seguir andando por un camino que pocos entienden, solo basado en mis convicciones internas, sin más pistas que mi intuición y mi corazón! A veces, como a ti, me hacen falta señales y símibolos que fortalezcan mi andadura! Es curioso, pero después de tantos años perdido sin saber hacia dónde me dirigía, ahora que sé hacia donde voy y lo hago con paso firme, siento que en ciertos momentos me falta esa mirada y esa mano amada para recuperar fuerzas y seguir! ¿Será que soy más humano de lo que estoy dispuesto a admitir? Si mi convicción a seguir mi camino y aceptar la vida tal como llega es tan firme ¿por qué, de vez en cuando, necesito esa leve caricia de su presencia, esa mirada amiga o esa palabra de ánimo, como cualquier otro ser humano? ¿No es suficientemente firme mi camino por mí mismo hacia la felicidad? ¿O es que ya no entiendo una felicidad sin ser compartida, aunque hoy sea en la distancia y solo a ratos?

Ahora pienso que mi felicidad es trascendente y humana, a la vez! La esencia pura es tan importante como la forma! Lo profundo es tan fundamental como lo superficial! ¿O será que no tengo duda alguna, sino que mi felicidad hoy es tan concreta, personal, real y quizás tan compartida, que necesita ratificarse en mi día a día, aunque ahora sea de vez en cuando? Supongo que, en algún sentido, siempre me he sentido especial, sin saber que mis emociones y mis propósitos en la vida no lo son tanto! ¿Seré vulnerable, como todos los demás, aunque ellos traten de disimularlo y yo no? ¿Por qué echo de menos, por qué flaqueo, por qué necesito un signo externo, para seguir un camino que dicta mi interior? Ahora veo que una sonrisa, una mirada y una palabra adecuada y de ánimo regalada por quien amas en el momento oportuno, tienen un valor especial! ¿Será que la vida nuestra de cada día nos impide mirar tanto como querríamos en nuestro interior, donde la serenidad y el amor reinan siempre y la verdad al final se impone, a pesar de solo lo aparente ?

El otro día cayó en mis manos un libro. Recuerda que no creo en las casualidades! En él había un significativo texto sobre los gatos. Y, como buen gato que soy, me di cuenta de que lo que siento en ciertos momentos de mi vida no es tan especial, lo hacen todos los gatos! El silencio y la distancia durante unos pocos días y, sobre todo, cuando nos despistamos en el día a día y perdemos de vista su verdadero sentido, como mínimo, inquietan! Y eso es tan cierto como que hoy su sonrisa y su mirada -aunque sea a distancia- me reconfortan… y me hacen ronronear, luego me permiten cerrar mis ojos y descansar! Y ahora pienso -y siento- que me gusta ronronear cada día un rato, como un gato cualquiera! ¿Es eso amor de un gato especial… o es, en cambio, amor especial de un gato normal? Seguramente debería recordar para siempre que nadie es tan especial como se cree… o, sí lo es, pero solo para alguien también especial! Y que nuestro amor es amor, siempre también especial!

Aquí tienes el mencionado escrito, ahora entenderás de qué hablo.

“Por lo menos una vez al día nuestro viejo gato negro se acerca a alguno de nosotros de una manera que todos hemos llegado a reconocer como especial. No significa que quiere que le den de comer ni que lo dejen salir, ni nada por el estilo. Lo que necesita es algo muy diferente.

Si tiene un regazo a mano, se sube a él de un salto, si no, lo más probable es que se quede ahí, con aire nostágico, hasta que vea que hay uno preparado. Una vez acomodado en él, empieza a ronronear antes incluso de que uno lo acaricie el lomo, le rasque bajo el mentón y le diga una y otra vez que es un gato estupendo. Después, con su “motor” acelerado al máximo, se acomoda hasta encontrar la posición que le gusta y se instala. De vez en cuando, su ronroneo se descontrola y se convierte en un ronquido; entonces te mira con los ojos abiertos de admiración y te dedica ese prolongado ir cerrando los ojos que es la muestra de la confianza de un gato.

Al cabo de un rato, poquito a poco, se va quedando quieto. Si siente que todo va bien, puede ser que se quede en el regazo para echarse una cómoda siestecita. Pero es igualmente probable que vuelva a bajar de un salto y se vaya a atender sus cosas. Sea como fuere, la razón la tiene él.

- Blackie quiere que lo ronroneen- dice simplemente nuestra hija.”

Fred T. Wilhelms (“Sopa de pollo para el alma”, Ed. Alba 1993)

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