Durante el paseo de la antorcha olímpica por las calles de Sao Paulo ocurre un accidente entre alguna de las motos y bicis que conforman la comitiva, e inmediatamente un montón de gente acude a ayudarles, excepto un hombre, que sólo ve en lo ocurrido un momento pintiparado para sacarse un selfie.
Este vecino del mundo espera que al verse, este individuo, captado por las cámaras de la televisión, cuando menos haya dicho un “tierra trágame”, y en el mejor de los casos se hayan cumplido sus deseos, y a estas horas esté practicando espeleología en una cueva sin salida, porque ha demostrado ser tan egocéntrico que necesita un sitio para estar él solo, para siempre.
Sin embargo, el selfie de los selfies, éste metafórico, ocurrió a primera hora de la tarde de ayer, hora española, cuando el Presidente del Comité Olímpico Internacional (C.O.I.), el Señor Thomas Bach, decidió delegar eventuales medidas generales de expulsión a las federaciones de cada deporte. Pareciera como si ELLOS, así con mayúsculas, solo estuvieran, presuntamente, para comilonas, viajes, repartos de beneficios, y muchas, muchas sonrisas.
A pesar de que el antiguo director del laboratorio de Moscú, el Señor Grigory Rodchenkov, descubrió el pasado mayo la existencia de un "aparato estatal" para ocultar resultados de análisis que daban positivos, y aunque las investigaciones del abogado Richard McLaren confirmaron en julio su gravedad, el COI sonríe a la presión rusa, y ofrece una solución-resolución mucho más liviana; y de paso, deposita la patata, más que caliente hirviendo, a cada una de sus federaciones.
A este vecino del mundo el comportamiento del COI le recuerda muy mucho, y lo dice por experiencia propia, a esos directores de hotel, que se fijan en la superficie, que lleves el uniforme impoluto y bien peinado, pero que cuando hay problemas reales con algún cliente, él no aparece por ninguna parte para ser consultado, y tú, el trabajador de turno, tiene que tomar decisiones frente al cliente. Luego, más tarde, cuando todo se ha solucionado, el director, se erige en juez, y sanciona la sentencia, y como mucho, nunca te lo agradece, sino que te perdona la vida.
El COI ha hecho como el individuo de Sao Paulo, se ha puesto de perfil, y como dice el vulgo, y nunca mejor dicho, ha pasado olímpicamente de todo su entorno. Y es que los políticos, por mucho que algunos lleven los aros olímpicos, presuntamente se entienden.
Este vecino, sólo esperaría, que a partir de este momento no se hable nunca del espíritu olímpico, ya que como mínimo, éste, ha sido secuestrado, y el espíritu siempre tiene mucho que ver con la libertad.
*FOTO: DE LA RED