Con la llegada de la Corte a Madrid, en 1561, aumenta considerablemente la población de la ciudad y cambia para siempre el sino de esta localidad. A partir de ese momento se produce la llegada masiva de familias de toda condición. Un flujo migratorio que ha dejado en la retina de Madrid el paso de peculiares personajes como nuestro protagonista de hoy, el Conde de Villamediana.
Ahora que llega el buen tiempo, Madrid invita a pasear sus calles y los avatares de su historia. Para poneros cómodos os podéis acercaros a M&S y ya así podréis recorrer las mismas vías que fueron testigos de la peculiar vida del Conde de Villamediana. Su nombre real fue Juan de Tasis y Peralta, más conocido por su título nobiliario fue un poeta que vivió entre los siglos XVI y XVII. Amigo de Lope de Vega y de Góngora su profesión oficial era la de poeta, aunque su pasatiempo principal fue la de camelar y conquistar cuantas mujeres se le pusieron por delante.
El Conde tuvo innumerables amantes pero ninguna se le antojó tanto, quizás por lo difícil de su empresa, como Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV. Según cuentan, las argucias del noble para poder acercarse y tocar a la Reina (algo penado con la muerte) fueron de lo más surrealistas. Para muestra un botón. En mayo de 1622 se produjo en Aranjuez el estreno de ‘La Gloria de Niquea’, escrita por el propio Villamediana y en la que la misma Reina tenía un pequeño papel. Dicen las malas lenguas que fue el Conde el que planeó el incendio de uno de los decorados (arrojando una antorcha al suelo) para poder acercarse y salvar, en sus brazos, a Isabel. Algo que gustó, muy poco, al monarca.
Otra de las anécdotas que se le atribuyen a Villamediana fue la de acudir a un baile con una capa cubierto, nada más y nada menos, de reales de oro, donde se podía leer ‘Son mis amores reales’ Sobra explicar el doble sentido con el que se podía interpretar la frase, un juego de palabras que corrió muy rápido por todo Madrid. De todos modos, quizás el capítulo más revelador de este triángulo amoroso llegó en la celebración de un acto taurino.
El Conde era un magnífico alanceador de toros y tuvo una brillante actuación delante de los Reyes. La Reina, emocionada por lo que acababa de ver exclamó “¡Qué bien pica el Conde!” a lo que Felipe IV respondió con una ya histórica frase. “Pica bien, pero pica muy alto”. Por lo visto el Rey no era ajeno ni ciego al rumor que prendía con fuerza por las calles, que el escritor, y alanceador, estaba enamorado de su esposa. Este personaje de novela no podía tener un final normal y en la madrugada del 21 de agosto de 1622, cuando su carroza bajaba por la Calle Mayor rumbo a San Ginés, un sicario se acercó a la ventanilla del Conde y le asestó una estocada que vació la vida de Villamediana. ¿Quién encargó y puso precio a su muerte?
Por razones políticas o amorosas está claro que la presencia del Conde de Villamediana molestaba a muchos. Su asesinato nunca quedó esclarecido. De lo poco que queda en su recuerdo, esta décima compuesta por su amigo Góngora:
Mentidero de Madrid
Decidnos ¿Quién mató al conde?
Ni se sabe, ni se esconde
Sin discurso, discurrid.
Dicen que lo mató el Cid
Por ser el conde Lozano.
¡Disparate chabacano!
La verdad del caso ha sido
Que el matador fue Bellido
Y el impulso, soberano.
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Disfrutando del silencio en la Plaza del Biombo