Revista Cultura y Ocio

Un sermón notablemente egoísta, pero humanamente comprensible

Por Fruela
Hoy hace sol. Podría ser una forma ridícula de empezar un panfleto, pero esto es Inglaterra. Uno no comprende bien por qué hay tantas canciones inglesas sobre el sol hasta que se muda aquí y empieza a recorrer calles y calles de adosados donde tan sólo el despiste ocasional de una nube permite suponer la frontera entre tierra y cielo, y entonces se pone uno a cantar «The sun is a very magic fellow» como si fuera «La Internacional»

Con sol es fácil exiliarse.El sol es el gran sentimiento antipatriótico.  Comer en casa es otra protección sentimental. Mientras no se salga, mientras no se huela, se vea, se intuya ese mixto infame que llaman comida, no hay melancolía. Pero si todo esto falla, si uno está en la cantina de una universidad de provincias intentando saber si es plato o moqueta lo que hay delante mientras cada persona que viene de la calle es un rebalse de agua, entonces hay que leer un periódico. Cada vez que se sienten deseos de volver, cada vez que se recuerda un gesto preciso o un detalle, cada vez que se echan en falta las bondades de la ineficiencia, hay que leer sobre España. Es inmediato. Todo. Cualquier cosa. Los ejemplos resultan superficiales o se convierten en el puro gusto por la descripción, porque ningún detalle sobra y ninguno destaca. Casi ni se nota esa «contabilidad en B», que hunde por fin el viejo argumento de que «los ricos son fiables porque no necesitan robar» (eso que, en realidad, siempre debió traducirse como «los ricos no necesitan robar ahora porque sus familias ya llevan doscientos años haciéndolo»), cuando le antecede ese hedor gubernamental, ese tufo de sótano – si a tantos ministros de Zapatero parecía que les había tocado la cartera en una tómbola, a la mitad del gobierno de Rajoy parece que lo acaban de sacar de la misma cámara donde Walt Disney espera la resurrección de los congelados, y que sus políticas se explican por esos 40 años de retraso frigorífico. 

Todo, sí. Cualquier cosa. España es el remedio definitivo contra la nostalgia de España. (Y qué liberador, y qué triste, es saberlo.)



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