(Aviso: Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia)
—¡Madre mía! Mira que esta Paloma, tiene unas cosas…
—¿De qué hablas, Juan Carlos?
—No, nada, cosas mías. Bueno sí, tocayo de primer nombre, me refiero a la propuesta que Paloma hizo el jueves pasado sobre escribir un relato utilizando exclusivamente el diálogo.
—No parece tan complicado; o a ti ¿sí te lo parece?
—Pues qué quieres que te diga. Desde el punto de vista de la forma, ya se sabe, nivel coloquial, texto fluido y vivo… No, la cuestión que me ha hecho perder el sueño esta noche ha sido el asunto. Porque sí, claro, hablar se puede hablar de cualquier cosa, pero para hacerlo con interés y gracia no vale cualquier anécdota.
—No sé, no sé, te veo algo engatillado. Literariamente hablando, por supuesto, ja, ja… Pregunta a Nacho, a Ana, a Antonio, a Carlos, a la misma Paloma incluso. Ellos te podrán ayudar.
***
—Sí, a mí también me dejó algo descolocado. ¿Sólo diálogos? Siempre me pareció algo infantil escribir una historia de esta manera. Me recuerda a los dibujos desmañados que los niños realizan de la casa, la mamá, el hermanito y el perro; junto a cada imagen el nombre que la identifica dado que los colores chillones y desubicados no sirven para reconocer con claridad los referentes reales.
—No es mala analogía, Nacho, la que acabas de hacer. Aunque también es cierto que hay dibujos de niños que son una maravilla no por su destreza en el trazo, sino por la gracia e inteligencia que bajo los mismos se esconde.
—Si habláis de niños yo puedo ayudaros. Se me dan de perlas.
—No, no hablamos de niños, Ana. En todo caso hablamos de cómo poder escribir con la gracia de un niño que no es lo mismo. Vamos, quiero decir, sin intermediarios.
—Ah, bueno, eso es otra cosa.
—¿Y tú, Carlos, cómo lo ves y piensas enfocarlo?
—Desde ayer me ronda por la cabeza nuestro paisano Juan de Mairena. Digo paisano por eso de los cierres perimetrales autonómicos tan al uso últimamente o también porque Cádiz es playa sevillana desde siempre.
—No te vayas por los cerros de Úbeda, Carlos. Que veo que de Sevilla, saltas a Cádiz y por menos de un pimiento te engolfas en la provincia de Jaén. ¿Qué me digo? Pero si yo ya estoy en ella, concretamente a dos pasos de Baeza. Qué manera de viajar sin mover un músculo.
—Para, para, Juan Carlos, que no me dejas hablar. Sólo quería decirte que a mí también me habría sido más orientativo un asunto como, por ejemplo, “Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa” o aquel otro que dice eso de “El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas, es ojo porque te ve”.
—Estás sembrado, Carlos, sí señor. Me acabas de recordar el chiste aquel de Jesucristo diciendo a sus apóstoles: “Ahora me veis, luego no me veréis, pero más tarde me volveréis a ver”. A lo que su docena de seguidores respondió: “Joder, Maestro, qué claro hablas”. Veo por tu cara, Antonio, que te ha hecho gracia mi provocada dispersión. Me encanta. Creo que lo más adecuado será preguntar directamente a la autora de la propuesta, o sea, a Paloma.
***
—Mira que eres pardillo, chico. En lugar de estar ideando una buena historia con estos escasos materiales estás dándole vueltas y vueltas a una cuestión que no tiene recorrido alguno. Lo que tienes que hacer es ponerte a trabajar y dejarte de chorradas.
—Mujer, chorradas chorradas, no. Querría hacerlo bien, eso es lo que pasa y por eso….
—Nada, bobadas. Veo que a ti y a los demás lo que os encanta es enrollaros en descripciones interminables, argumentaciones innecesarias, repetición de ideas con mil y una variaciones de vocablos a fin de mostrar vuestro ingenio infinito, enlazar oraciones subordinadas con otras a su vez aún más subordinadas hasta que el lector sucumba de hipotaxis aguda.
—No, chica, no. Me gustaría escribir algo que tenga sustancia, cierta profundidad, gracia, denuncia…, lo que sea. Pero así en forma dialogada, con la velocidad que ese formato impone, la falta de reflexión que supone en sus protagonistas… No sé, Paloma, a mí al menos se me hace cuesta arriba.
—¡Sí! Pues ajo y agua, amigo. La verdad es que sois, mejor dicho eres, Juan Carlos, porque tú has sido quien ha provocado esta reacción, bastante cortito. ¡Pero no te das cuenta, alma de cántaro, de que lo que estoy proponiendo es aquello tan aparentemente sencillo de “Lo que pasa en la calle” Hala, hala, ponte a currar y déjanos a todos tranquilos. ¡Madre mía, qué hombre!