Revista Cultura y Ocio

Un sueño de David Hume

Por Calvodemora
todo lo que no se dice acaba por mordernos, las palabras que no pronunciamos nos persiguen, está el corazón pensando en retirarse, en contar la historia de la sangre, las batallas antiguas, el vértigo de las espadas, el baile de las sombras, pero la razón acaba siempre por imponer su criterio, en tardes como la de hoy, una hemorragia muy dulce vacía el cuerpo, desaloja primero la voz, luego penetra en el sueño y lo confunde, le hace creer que es verdad lo que fabula, los sueños que no soñamos nos persiguen también, todo lo que no inventamos acaba por matarnos, está la muerte oscuramente acechando, la oscuridad absoluta desde las extremidades hasta el verbo mismo, escondido río arriba, en el palacio de las ideas, en el temblor de las palabras, anoche escribí un abrazo repartido en mil abrazos sin que nadie notase su aliento enfermo y su boca triste, me preguntaron si había previsto la luz, yo, que soy un dios rudimentario y caprichoso, había previsto la luz, había previsto los días, los milagros nunca se escriben, el milagro, si se escribe, se extravía, la palabra, si se explica, cae enferma, he visto palabras enfermas en un fuego alto, he visto el óxido mismo, la costra infame, el dios que soy no sabe limpiarla, la costra crece, eleva el vuelo, se ondula, se arquea, se pierde en un punto en la distancia y aparece más tarde en otro, turgente, plena, respirando con el pulmón de lo pleno el aire sublime de lo que yo voy diciendo, los dioses no sabemos contrariar a nuestras criaturas, nos inunda la pereza, la soledad hace estas cosas, estamos los dioses muy solos aquí arriba, allá abajo, en el corazón, en la fiebre, en el verbo, en el numen, en el saqueo de los puertos de ultramar, en las almenas de los castillos de todos los imperios, qué solos estamos, qué triste todo y qué largo

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