Revista Cine
He estado leyendo algunos de los llamados elseworlds, los que me han llamado la atención por su argumento o época donde ocurren, de Batman y Superman, y la verdad es que merecen ser olvidados. Pero siempre hay sorpresas, sin ellas nadie seguiría leyendo mainstream, en este caso se llama I, Joker. No está editada en castellano (o en español de América).
Su autor es B. Hall. Un viejo artesano del mainstream retirado ya, trabajó unos 20 años para Marvel y DC, principalmente como dibujante aunque hizo de todo, y luego se piró porque lo que le molaba era el teatro, cuyo trabajo más conocido es aquel cómic donde Doom descubre que no es bueno obtener lo que deseas sin un plan B. Un tío del que nadie espera más que corrección y mediocridad, así que me sorprendió que se montase I, Joker él solito. No es que este sea una maravilla, el final cae en el convencionalismo que impone la industria y también la mediocridad, ser de B. Hall, al final, se paga, pero es sorprendente, enérgico, original y audaz porque conecta con las raíces míticas de los superhéroes. Por eso I, Joker es uno de los mejores elseworld de Batman (y no digo el mejor porque no los he leído todos; la impresión que me he llevado no ha sido buena).
El argumento me atrajo pero no tenía ni idea del extravagante y extraordinario pastiche hecho por B. Hall hasta que me sumergí en sus páginas. La cosa empieza como una especie de Akitu, la fiesta de Año Nuevo de los sumerios que duró tanto como el paganismo (o sea, que a la Navidad cristiana todavía le quedan más de 1 milenio para ser tan duradera). Esta fiesta representaba la creación del Cosmos porque en la concepción mítica sumeria cada fin de año el susodicho, agotado, corría el peligro de extinguirse definitivamente. Así, la fiesta era un ritual mágico para insuflarle vitalidad para que durase otro año más. Desta manera se lograba un mundo sin fin. Según esta idea los últimos días eran caóticos, y para reflejarlo eran días sin ley. El rey abandonaba su puesto y cualquiera podía hacer lo que quisiera. Después se recreaba la Creación y el rey era reentronizado. Esta fiesta tuvo sus reelavoraciones a lo largo de los siglos porque los tiempos cambian y Sumer fue conquistada varias veces por otros pueblos con otras culturas que lo readaptaban a su gusto. Aquí tenemos otra en una Gotham del futuro. Esta ciudad es gobernada por El Bruce, y este cada 21 diciembre (la noche más larga del año) renuncia a su cargo para ponerlo en juego en la Noche de Sangre. El orden debe invertirse para que llegue la redención. Se sueltan 5 supervillanos típicos de Batman, en una clara cita a la entrañable Perseguido, 2 caras, Pingüino, Acertijo, Ra´s al Ghul y Joker, y todos pueden intentar cazarlos, y quien lo consiga, y acabe con los otros que han conseguido acabar con al menos uno dellos en caso de que los hubiere, es el nuevo El Bruce de Gotham, el rey sagrado del futuro. Que es primigenio pues tiene que revalidar su dcho. al trono anualmente combatiendo. Aún no ha conseguido que su cargo sea vitalicio. Evidentemente El Bruce del cómic lo viene siendo durante muchos años y no es el original. La genialidad es que esos supervillanos no son los originales tampoco. Son desdichados a los que se disfraza quirúrgicamente y se les condiciona para cumplir su papel en lo que es una brillante cita a rituales profilácticos. Los demonios que pueden provocar el Fin cada fin de año son representados por chivos expiatorios humanos para que la humanidad realice un rito mágico que exorcice a los 1º. Los grandes villanos son resucitados para que los destruya el muerciélago. Depositen sus pecados en estos villanos y puede que Batman los limpie. Así B. Hall retrata de forma perfecta el origen de los relatos superheroicos. Son rituales donde se representa el triunfo del Bien sobre el Mal para que podamos dormir tranquilos mensualmente. Así, cada mes se suelta un pobre demonio que representa todo lo malo para que sea vapuleado y contenido por el héroe porque el saber que el Mal siempre está ahí jodiendo sólo puede ser calmado creyendo que al final siempre es vencido. Por tanto los superhéroes clásicos son historias de sacrificio, pero no el del héroe sino el del chivo expiatorio-villano (no es casualidad que lo normal es que sea alguien marginado de su comunidad). Lo único que se ha perdido por la Historia es que el héroe no recibe la realeza como premio a su función protectora y purificadora/catárquica. Los superhéroes, cristianismo mediante, lo hacen desinteresadamente. En fin, no les digo más porque hay que leerlo. El cómic, como escribí, es enérgico y está dibujado competentemente, como siempre, con un estilo oscurete y algo grotesco que encaja muy bien con el futuro distópico donde ocurre la historia (bueno, Gotham tampoco es que sea un lugar luminoso) y con el retorcido relato. Al final B. Hall no consigue derrotar a los demonios de los clichés y los convencionalismos, pero es entretenido todo lo que pasa antes de llegar a un final, que no era previsible, aunque lo es, porque es inesperado que un relato diferente tenga el final de siempre. Optimista que es uno.
El sindicalista, The golden streets of Gotham, es otro elseworld impublicado en castellano y en español que no tiene ningún interés salvo que es prosindicalista, lo cual es sorprendente y meritorio pues EE.UU. es seguramente el país capitalista más antisindicalista que hay. Al principio no era así. Gracias a sus obreros de principios del siglo XX tenemos la jornada de 8 horas (quien la pillara) y el Día del Trabajo. Pero la cosa empezó a torcerse con la creación de la URSS, el comunismo empezó a verse como una amenaza nacional, como un enemigo imperialista que pretendía conquistar el país, y se vino abajo con la Guerra Fría. Rápidamente desde 1947 todo lo que oliese a izquierdoso en EE.UU. fue asimilado al comunismo y este al ogro feroz, y el resultado deso es que hoy allí izquierda, socialismo y comunismo-stalinismo son lo mismo. En efecto, en EE.UU. Rajoy sería Iglesias. Así pues sorprende ver un elseworld que se ambienta en las luchas sindicales de principios del siglo XX con evidente tono antirricos y antiempresarial (moda no es que estamos antes del Crack del 2007). Supongo que es que hay que alimentar a la bestia como sea. Aunque no me entendáis mal, que la cosa es un cómic de Batman. Aquí el tono social y progresista está muy aguado y desafilado. Pero oye, ahí está.
Hitler. Oscuras lealtades es otro elseworld que no es exactamente como los anteriores porque fue publicado en España años ha. Este, a diferencia de los cómics precedentes, lo tenía todo para estar bien. Su autor completo es Chaykin y se ambienta en los 30 del siglo XX, una época que conoce muy bien el autor por lo que la recrea mejor que nadie. Pero al final todo es muy rutinario. Sin embargo el gamberro de Chaykin hace que Batman rescate a Hitler. Os he estropeado el cómic, es verdad, pero lo importante es el viaje, y hay alguna sorpresa sin desvelar. Así, entre los cientos de cómics mainstream que hay con superhéroes apalizando a Hitler, y entre los miles que hay con superhéroes apalizando nazis, se alza este. Batman salva a Hitler. Parece que esto lo hace Chaykin para elogiar al superhéroe. Es violento, sí, pero no sin razón o por ideología como los nazis. No culpabiliza a nadie sino que espera a que alguien se autoculpabilice para apalizar (y eso porque el susodicho se resiste). Da igual lo que se sospeche de él. Así, este gamberrismo hoy es una llamada a la serenidad a un mundo que mataría al dictador nazi de niño de poder hacerlo y cuyos superhéroes han dejado de ser buenos. Es cierto que el cómic es normalito, pero, paradójicamente, no hay otro como él.
Pos ese era el chiste.